domingo, 25 de mayo de 2014



Uno de los crímenes que mas impacto social ha tenido en España fue el de las niñas de Alcasser, tres niñas fueron violadas y torturadas salvajemente, en un claro ritual de sacrificio satánico. Todo casa: el crimen se produce en la zona de Levante, donde hay una mayor concentración de sectas satánicas. Por lo visto hay nuevas evidencias sobre la autoría del crimen, y otra vez los mal llamados conspiranoicos teníamos la razón, se confirmaría la implicación de varios políticos del PSOE y al menos un militar. Sus nombres han aparecido en Internet, pero nadie les ha molestado. Una llamada de teléfono sonó en la casa de la familia García, la familia de una de las tres niñas masacradas de Alcasser. Era el párroco de la Iglesia de Alcasser. Decía que tenía que entregar "algo" a Fernando García, el padre de Miriam García, y a Juan Ignacio Blanco. Pero lo más extraño es que eran más de las 11 de la noche, una cita un poco tardía para venir de una parroquia.
Por aquél entonces el periodista de investigación que se dio a conocer por el caso Alcasser, Juan Ignacio Blanco, se alojaba en casa de la familia García, para seguir de cerca todo el caso y ayudar a darle un final justo. Ambos, Juan Ignacio y Fernando, intrigados por la misteriosa llamada, se prepararon y acudieron a la cita.Cuando llegaron a la Iglesia, todo estaba oscuro y suscitaba bastante temor estar allí a esas horas.
A su encuentro, cual sombra al acecho, salió el cura de Alcasser, el cual les dijo que había estado allí un hombre para confesarse como uno de los participantes del Crimen de Alcasser, porque estaba enfermo de cáncer y aseguraba que le quedaba poco tiempo de vida; por ello había dejado un sobre para ser entregado a Fernando García y Juan Ignacio Blanco.Toda esta historia fué la versión que contó el cura de Alcasser.
En el sobre había un video snuff o al menos parte de un video snuff en donde se recogía una grabación relacionada con el crimen, supuestamente. En la filmación, aparecían las caras de algunos de los monstruos criminales, perfectamente identificables. Además, el confesante había escrito en una nota adjunta los nombres de 4 personas que también habían estado implicadas en el crimen.Posteriormente, Juan Ignacio Blanco y Fernando García viajaron a Madrid y se dirigieron al Ministerio del Interior para entrevistarse con el Ministro. Mostraron el video con el objeto de dar un impulso definitivo a la investigación oficial, e incluso dejaron el video allí, tal como se lo solicitaron, para que fuese objeto de todo tipo de análisis, y poder avanzar así en el caso.Sin embargo, a Juan Ignacio y Fernando nunca les fué devuelto el video; nunca más volvieron a recibir noticias en relación al video de Alcasser, los 4 nombres aportados y los demás detalles acompañantes. Todo se desvaneció en el silencio.
Afortunadamente, y según afirma Juan Ignacio Blanco, antes de que viajaran a Madrid él tuvo la precaución de hacer una copia del video, que guardó a buen recaudo, por si el documento les era requisado y se quedaban sin la prueba, como así ocurrió.
Y así, el caso sigue estancado hasta hoy. Ni este gobierno ni ningún otro gobierno anterior nunca han querido llegar al fondo del caso; no tienen ningún interés en que la verdad sea conocida.
Según Juan Ignacio Blanco, las personas que cometieron el Crimen de Alcasser eran personas de muchísimo poder, capaces de presionar y amenazar a cualquier gobierno o institución que se pusiera por delante. Blanco dice que no conoce los nombres de todas las personas que pudieron haber participado en el crimen, pero que sí conoce los nombres de varios de los criminales, aparte de muchos otros datos y detalles. Hasta ahora de nada le ha servido al sr. Blanco el haber puesto toda la información recabada a disposición de las autoridades y de la Justicia. Parece como si todo hubiera caído directamente en un pozo sin fondo...

sábado, 24 de mayo de 2014



 El 20 de agosto de 1966 un jovencito muy asustado se presentó en una estación de policía de Niteroi (Brasil). De acuerdo a su atropellado relato, habiendo subido a un punto en el Morro do Vintem, encontró dos cadáveres en el lugar.

Puesto que ya había caído la noche, los policías decidieron acudir al agreste sitio con las primeras luces de la mañana siguiente, cosa que hicieron ayudados por los bomberos. Cuando llegaron al lugar señalado, a unos trescientos metros de altura sobre el mar, el panorama que se les presentó dio inicio a lo que se conocería como "El misterio de las máscaras de plomo".

Los cadáveres de dos hombres jóvenes se hallaban en el lugar, datando las muertes de al menos un par de días. Los cuerpos estaban tendidos en tierra sin ninguna señal de violencia, así como tampoco se encontró sangre en la escena.

Curiosamente, uno de ellos tenía sobre los ojos una máscara o antifaz de plomo de fabricación casera. Otra máscara similar se encontró al lado del segundo hombre.


La Policía encaró la investigación como si se tratase de un crimen rutinario, pero cada elemento que iría surgiendo de ella se encargaría de complicar esa hipótesis inicial.

La identidad de las víctimas se estableció con rapidez: se trataba de dos técnicos electrónicos procedentes de la ciudad de Campos, Miguel José Viana de 34 años y Manuel Pereira da Cruz de 32 años. Se encontraban vestidos con impermeables sobre la ropa de calle, en sus bolsillos tenían dinero y sus relojes guardados.

Eliminado el robo como móvil, el informe forense complicó más las cosas: la causa de las muertes no podía atribuirse a violencia alguna: no había heridas, golpes ni evidencias de asfixia o envenenamiento. Los cuerpos fueron revisados íntegramente a fin de ubicar posibles marcas de agujas, que tampoco se hallaron.

El forense se limitó a aventurar un posible ataque cardíaco, aunque nada lo evidenciaba. De más está decir que las probabilidades de que dos hombres jóvenes sin historial cardíaco murieran por esa causa simultáneamente y en el mismo lugar, son infinitesimales.



El siguiente paso en la investigación fue el intento de reconstruir los movimientos de ambos hombres desde su llegada a Niteroi. Se pudo establecer que arribaron en ómnibus, compraron un par de impermeables, entraron a un bar a comprar botellas de agua mineral y, sobre las cinco de la tarde del día 17, fueron vistos por última vez, ascendiendo a su destino fatal.

Alguien en la delegación policial tuvo entonces la idea de repasar los eventos denunciados ese día, a fin de intentar ligar alguno con las muertes misteriosas.

Y allí fue donde los eventos se complicaron aún más. En medio de hechos rutinarios, ninguno de los cuales se había producido cerca de ese sitio, surgió algo que apuntaba directamente al lugar preciso, un reporte que había sido archivado sin más trámite: un avistamiento OVNI.

Efectivamente, el informe decía que una señora de nombre Gracinda Barbosa Coutinho iba manejando la noche del 17 en dirección a su casa en compañía de sus tres hijos. Yendo por la alameda Sao Buenaventura, en el barrio de Fonseca, su hija Denise (de siete años) le pidió que mirara el cielo sobre el morro do Vintem: al hacerlo notó un objeto oval de color anaranjado, que brillaba por sí mismo.

La mujer decidió parar el auto y bajarse para observar mejor. Pudo ver que un rayo azul salía del OVNI en dirección al morro y así se mantuvo durante unos cuatro minutos, pasados los cuales el objeto ascendió hasta perderse de vista.

Llegados a este punto, los policías decidieron agotar cualquier hipótesis, por descabellada que pareciera, antes de aventurarse por el camino del reporte del OVNI. De esa forma, investigaron toda posibilidad por improbable que fuera: examinaron la eventualidad de que las víctimas fueran contrabandistas, sectarios, espías y hasta homosexuales que ejecutaron un pacto suicida.

Cuando arribaron a callejones sin salida en todo ello, prestaron atención a lo que parecía imposible.




Examinaron la posibilidad de que las máscaras hubieran sido fabricadas para proteger los ojos de una eventual radiación. Encontraron máscaras similares en la casa y en la oficina de Miguel José Viana, así como restos del plomo que se usó para confeccionarlas.

También pudieron confirmar que los técnicos fallecidos, si bien no tenían diplomas avanzados, habían comprado equipamiento electrónico sofisticado y estaban realizando experimentos en el área de comunicaciones, especialmente intentando captar señales provenientes del espacio.

Pero no se pudo avanzar más allá de eso.



Los cuerpos fueron exhumados para más análisis, que consistieron en investigar si habían sido expuestos a alguna radiación anormal, lo cual arrojó un resultado negativo.

Y con los años, surgieron los últimos callejones sin salida. Se investigó un grupo espiritista al cual pertenecían los fallecidos, sin llegar a nada concreto. Se examinó la "confesión" de un delincuente preso, que afirmó haberlos asesinado con un veneno especial, pero luego se comprobó que el hombre sólo deseaba ser trasladado de cárcel para intentar fugar ayudado por su banda.

Jacques Vallé analizó años después todo el asunto in situ, logrando testimonios de todos los involucrados. Fuera de lo que ya se había mencionado, pudo encontrar un hecho interesante: en su momento, los cuerpos no fueron tocados por aves rapaces ni alimañas. Y aún con el tiempo, no crecía vegetación en la escena donde fueron encontrados.

El caso nunca fue aclarado.

sábado, 17 de mayo de 2014





El misterio comenzó en 1930 cuando el cazador Arnand Laurent y sus dos hijos vieron un extraño destello que cruzaba el cielo septentrional del Canadá. Laurent declaró que la luz cambiaba de forma por momentos, de modo que en un instante era cilíndrica y al siguiente parecía una bala enorme.

Pocos días después un par de miembros de la policía montada que iban camino del lago Anjikuni se detuvieron en la cabaña de Laurent en busca de abrigo. Uno de ellos explicó que en el lago había “algo así como un problema”. Laurent les menciono el extraño avistamiento. El policía preguntó al confundido Laurent si la luz que había visto se dirigía hacia el lago y éste le respondió afirmativamente,El policía movió la cabeza sin más comentarios, durante los años siguientes los Laurent no volvieron a ser interrogados. Ese fue un descuido comprensible pues la Real Policía Montada de Canadá ya estaba ocupada en esa época con el caso más extraño de su historia.

El cazador, llamado Joe Labelle, marchaba con sus raquetas de nieve hacia el pueblo junto al lago Anjikuni, se sintió agobiado por una extraña sensación de pavor. Normalmente, aquel era un ruidoso núcleo rural de mil doscientas personas y ese día, Joe hubiera esperado oír a los perros de los trineos que ladraban para darle su habitual bienvenida. Pero las chozas rodeadas por la nieve estaban recluidas en el silencio, y no salía huno de ninguna chimenea. Al pasar por la orilla del lago Anjikuni, el cazador vio que los botes y los kayaks todavía se hallaban amarrados a la orilla.

Sin embargo, cuando fue de puerta en puerta, solamente encontró una soledad misteriosa. Aún estaban apoyados en las puertas los apreciados rifles de los hombres. Ningún viajero esquimal dejaría jamás su rifle en casa.
Dentro de las cabañas, las ollas de caribú guisado estaban mohosas sobre los fuegos apagados hacía mucho tiempo. Sobre un camastro había un anorak remendado a medias y dos agujas de hueso junto a la prenda.

Pero Labelle no encontró cuerpos, ni vivos ni muertos, ni tampoco señales de violencia.En algún, momento de un día normal -cerca del almuerzo según parecía- se produjo una repentina interrupción en el trabajo diario, pero lo que la vida y el tiempo parecían haberse detenido en seco.
Joe Labelle fue a la oficina de telégrafos y transmitió su informe al cuartel general de la Real Policía Montada de Canadá. Todos los oficiales disponibles fueron enviados a la zona de Anjikuni.

Al cabo de unas pocas horas de búsqueda, los policías montados dieron con los perros de los trineos perdidos. Estaban atados a los árboles cerca del pueblo y sus cuerpos se hallaban bajo una sólida capa de nieve.Habían muerto de hambre y de frío.(en otra version se menciona que habian sido asesinados)

En lo que fuera el cementerio de Anjikuni, se produjo otro descubrimiento escalofriante. Las tumbas se encontraban abiertas, de las cuales, bajo una temperatura glacial, alguien se había llevado los cadáveres.

No se veían huellas fuera del pueblo, ni tampoco posibles medios de transporte por los cuales la gente pudiera haber huido. Sin poder creer que mil doscientas personas pudieran desvanecerse de la faz de la tierra, la Real Policía Montada de Canadá amplió su búsqueda. Con el tiempo, la investigación cubría todo Canadá y continuaría durante años. Pero después de tantos años, el caso sigue sin solución.

Actualmente la RCMP (Royal Canadian Mounted Police, Real Policía Montada del Canadá) niega la historia sobre la desaparición, niega que una aldea con una población tan grande hubiese podido existir en un área tan alejada de los territorios del noroeste.

Sin embargo, en una carta enviada por el RCMP en aquel momento al periódico “The Toronto Daily Star” , confirma la historia del cazador.