jueves, 22 de noviembre de 2012



Sandra siempre había sido una adolescente conflictiva, sus notas empeoraban cada vez más, discutía continuamente con sus padres y desobedecía sus instrucciones cada vez que se daban la vuelta. Sus progenitores estaban desesperados, no querían que la chica perdiera el curso y las habladurías sobre lo “fácil” que era con los chicos ya habían llegado a sus oídos. A sus ojos ella seguía siendo la misma niña a la que tenían que cambiar los pañales y vieron dar sus primeros pasos con un año de edad.
Pero lo cierto es que Sandra ya se consideraba a sí misma una mujer, con dieciséis años se creía lo suficientemente madura como para tomar sus propias decisiones y molestar a sus padres se había convertido en el más divertido de sus pasatiempos. Cuando salía de fiesta llegaba siempre un par de horas después del “toque de queda”, tenía cada vez peores compañías y el desfile de novios parecía no terminar nunca.
Pero el detonante definitivo fue cuando sus padres encontraron una prueba de embarazo en su cuarto de baño. Malo era que “la niña” se hubiese hecho mujer, pero más preocupante era que además lo hiciera sin protección. Los padres estaban destrozados, amaban tanto a su única hija que sin saberlo la habían consentido demasiado y se había convertido en una arpía, en una manipuladora a la que ni sus propias compañeras de instituto soportaban. Era la típica niña mimada que hacía siempre lo que quería y cuando quería. Por el contrario sus padres eran excelentes personas, queridos y respetados por todos sus conocidos, aunque se habían volcado en atenciones a una hija que nunca les devolvió el amor que la profesaban.
Pero todo había llegado demasiado lejos, debían escarmentarla y controlar su comportamiento. Castigarla sin salir hasta que acabara el curso les pareció la única opción, incluso estaban barajando la opción de enviarla a un nuevo centro el año que viene. Uno que era conocido por lo estricto de sus profesores y los excelentes resultados para “domar” a fierecillas como Sandra.
La adolescente por supuesto no estaba dispuesta a respetar el castigo y mucho menos esa noche, así que fingió un dolor de cabeza para irse temprano a dormir, algo realmente impensable en ella. Cerró la puerta, apagó la luz y escondió bajo las sábanas unos almohadones para dar el aspecto de que había alguien durmiendo. No era la primera vez que lo hacía y descender por el tejado que había junto a su ventana le resultó una tarea fácil.
El novio la esperaba un par de calles más allá con un potente todoterreno que seguramente pertenecía a sus padres. Nada más subir le plantó un beso con lengua y le ofreció un trago de tequila con una botella que ya estaba casi por la mitad. Entre risas y con la música a todo volumen salieron hacia la fiesta de Alicia, una chica que había repetido varios cursos e incluso  había sido detenida por la Policía en dos ocasiones, probablemente la joven más peligrosa y temida del instituto.
Sandra llevaba semanas hablando de esa fiesta ya que Alicia había prometido que con su mayoría de edad compraría todo el alcohol que pudiera y montaría la fiesta más salvaje que jamás pudieran recordar.
Al llegar allí se encontraron exactamente con lo que Sandra se había imaginado, la gente bailaba junto a la piscina medio desnuda, pocos habían sido avisados para que llevaran un traje de baño por lo que la mayoría estaban en ropa interior. En la zona de la barra decenas de botellas coronaban unos juegos en los que se retaba a la gente a beber por un embudo, o se organizaban torneos de chupitos. Se veían grupos de jóvenes besándose y metiéndose mano en cada rincón, y luces que se apagaban en las habitaciones de arriba.
Sandra estaba feliz y no tardó en integrarse a la perfección en la fiesta, su novio por su parte se dirigió como un misil a la zona de las bebidas, agarró una botella en cada mano y se fue a la piscina donde se puso a flirtear con una rubia que parecía seguirle el juego.
A Sandra le cambió la cara cuando vio la escena, como una tigresa se acercó a su pareja y le dio un apasionado beso para disuadir a la otra chica. Pero el chico le dijo:
“Esta es mi vecina, la pobre no tiene como regresar a casa y con la ropa mojada no puede llamar a un taxi, voy a acercarla un momento a casa y regreso a la fiesta en unos minutos”
Sandra, que no era tonta, no estaba dispuesta a dejar que “su chico” se fuera con una cualquiera. A pesar de que quería continuar en la fiesta dijo que los acompañaría. La cara del novio era un poema, obviamente su intención era irse con la rubia a algún lugar apartado. Pero Sandra no le iba a dejar tranquilo. Así que a regañadientes montó con las dos chicas en el coche y, enfadado como iba, bebía trago tras trago de una de las botellas que se había llevado de la fiesta. Sandra, que conocía bien al chico, sabía que ya había bebido demasiado pero tenía una cara de furia que le indicaba que era mejor no recriminarle nada.
Diez minutos después y con el vehículo haciendo eses por la evidente borrachera del chico llegaron a su destino. La chica rubia se bajó del coche y guiñando un ojo le dijo:
“Gracias, vecino, otro día nos vemos por el barrio”.
Sandra sabía que el chico no vivía por la zona, por lo que no tardó ni un minuto en enfrentarse a su novio gritando y empujándole mientras conducía de vuelta a la fiesta. Él, realmente borracho y enfadado, conducía a toda velocidad mientras forcejeaba con ella.
De repente se encontraron con una fuerte luz de frente… El impacto fue brutal.
Sandra, que no llevaba el cinturón puesto, fue la única que no murió en el acto. Salió despedida del todoterreno y se golpeó fuertemente contra el techo del otro coche y después contra un árbol. Su cuerpo quedó tendido junto a la carretera mientras los dos vehículos se habían convertido en un amasijo de hierro y trozos de carne destrozada, carne que pertenecía a su novio y a una pareja que viajaba en el otro coche, una pareja que no había tenido culpa de nada y que se había encontrado con el vehículo de un borracho mientras avanzaba correctamente por su carril.
La Policía y un equipo de urgencias llegó al lugar a los pocos minutos, Sandra aún estaba con vida aunque el golpe había sido mortal. Con su último aliento y tosiendo sangre por la boca le dijo al médico que la atendió que le dijera a sus padres las siguientes palabras:
“Dígale a mis padres que todo ha sido culpa mía, que debí hacerles caso y que los quiero”
El doctor, que había atendido escasos segundos antes a los otros accidentados, corroborando su muerte, observó impotente cómo la chica se apagaba.
El golpe había sido tremendo y la cortina de humo que había levantado fue tal que la gente que había en la fiesta de Alicia se acercó a ver qué había pasado a dos calles del lugar. Una de las amigas de la infancia de Sandra la reconoció antes de que la cubrieran con una manta.
-¡Doctor, doctor, ella es mi amiga! ¿Qué ha pasado? ¿Qué le ha dicho?
-Siento mucho comunicarle que su amiga ha fallecido por el accidente, trató de decirme algo pero no pude entenderla.
Un enfermero que acompañaba al médico se sintió intrigado al ver que no le había explicado las últimas palabras de la chica.
-¿Por qué no le dijo el mensaje que le ha dejado a sus padres?
El doctor apesadumbrado le contestó:
-No sabía qué decirle, la pareja que ha muerto en el otro coche… Eran sus padres.
Al parecer los padres habían descubierto el engaño de su hija y habían ido a buscarla a la fiesta de la que llevaba hablando semanas. Al llegar allí y no encontrarla decidieron volver a casa para ver si había regresado. Con la mala fortuna de que en el camino se chocaron de frente contra el todoterreno en el que iba su hija.

martes, 13 de noviembre de 2012



Qué son los súcubos
Los súcubos son demonios que se presentan con un atractivo aspecto femenino para seducir a los hombres y, a través de la interacción sexual (principalmente mediante el coito) con éstos, absorber su energía vital y ejercer un influjo moral y espiritualmente nocivo.
Etimológicamente súcubo proviene de una alteración de succuba, término latino que significa “prostituta”. Así mismo, la palabra súcubo deriva del prefijo sub (“debajo de”) y del verbo cubo (que se traduciría como “yo quedo”), comportando así la idea de alguien que queda por debajo de otra persona.
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El aspecto de un súcubo
La mayoría de testimonios sobre la apariencia de los súcubos provienen de la Edad Media, época en la que estos demonios tuvieron su apogeo en el imaginario social y en el ámbito teológico. De aquellos testimonios se colige que en gran medida la apariencia del súcubo varía dependiendo del gusto sexual de la supuesta víctima masculina, hecho aquel que sugiere la posibilidad del fenómeno como algo posiblemente originado total o parcialmente a partir de la psique del individuo.
Pese a lo anterior, los especialistas medievales concuerdan entre sí cuando dicen que los súcubos suelen aparecer como mujeres de irresistible, voluptuosa y sobrenatural belleza; aunque, junto a esos agradables rasgos, siempre aparecen detalles que delatan su filiación demoníaca: colmillos muy filudos, orejas puntudas, pies embarrados, etc.
Según las representaciones más generalizadas, las súcubos tienen características como alas de murciélago en la espalda, cuernos, garras, ojos de serpiente, cola terminada en triángulo o hasta una vagina dentada (esto último es más un rasgo simbólico)…
Por último y aunque no se puede hablar de una imagen específica, un dato curioso es que en la Edad Media solían emplear imágenes de súcubos en muchos prostíbulos y burdeles.
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Los súcubos y la Demonología
El famoso teólogo San Agustín de Hípona había postulado que el pasaje de Génesis 6:4 refería el hecho de que los ángeles caídos tuvieron hijos con mujeres mortales. Del mismo pasaje el papa Benedicto XIV (1740-1758) declaró: “Este pasaje hace referencia a los demonios conocidos como íncubos y súcubos”. Así mismo y dado que entre San Agustín y él (Benedicto XIV) muchos teólogos se habían pronunciado sobre el tema, el papá resumió —teniendo la humildad de no usar su autoridad doctrinal para zanjar el asunto—sencillamente el panorama con estas palabras: “Algunos autores niegan que no puede haber descendencia…otros, sin embargo, afirman que el coito es posible, por lo que puede haber lugar para la procreación”.
Fue sin embargo mucho antes de Benedicto XIV cuando, a partir del siglo XIII, el asunto de los íncubos y súcubos empezó a tener una gran relevancia en gran parte gracias al poder dominante y represivo de la Santa Inquisición, institución ésta que jugó un rol clave en el fuerte reforzamiento que en el Medioevo se dio entre el mal, el sexo y los demonios.
Es en este marco de fanatismo y superstición donde surge el siniestro Malleus Maleficarum (publicado en 1489) de las plumas de Kramer y Sprenger. En él, entre tantas otras cosas dichas sobre los demonios, se afirma que los súcubos y los íncubos no tienen sexo fijo, siendo que un mismo demonio actúa como súcubo ante un hombre y como íncubo ante una mujer, tomando el semen del primero (puesto que él no puede producir semen) para embarazar a la mujer que victimice cuando asuma su estado de íncubo. Ahora, y esto no es del todo aclarado por Kramer y Sprenger, de esas terribles uniones nacerían seres deformes, monstruosos, débiles, enfermizos, propensos al mal o, en ciertos casos, dotados con poderes especiales como Merlín, mago legendario que supuestamente habría nacido de la unión de una mujer con un íncubo. Tal propuesta teológica no fue para nada inocua en el plano social, ya que contribuyó a reforzar la tendencia popular a creer que las criaturas que nacían con deformidades o discapacidades severas eran obra del Diablo en el sentido de que algún demonio (íncubo/súcubo) había participado en su creación.
Más tarde, en 1595, el magistrado y cazador de brujas Nicalás Remy publica su Daemonolatriae libris tres (1595), donde afirma que los demonios (y por tanto los súcubos) son incapaces de amar, mas pueden tener sexo y hasta viven en estado de lujuria permanente, siendo para ellos el sexo un instrumento de humillación y sometimiento completamente desligado del amor y la ternura. Contrario a cierto aspecto de estas propuestas fue el eminente teólogo Tomás de Aquino (s. XIII), quien creía que los demonios eran incapaces de sentir deseo sexual y por tanto lujuria mas, pese a eso, no negaban su sexualidad y la empleaban como un medio para infringir dolor y sufrimiento. En todo caso es patente que tanto Tomás como Remy planteaban que los demonios empleaban el sexo para hacer daño e incluso, según se ve en un supuesto caso real referido por Remy, el trato carnal con los demonios no era nada placentero, tal y como le sucedió a un hombre con la súcubo Abrahel: ‹‹Todos los que hablaban de haber tenido trato carnal con un demonio, afirmaron que no podían imaginarse nada más repulsivo. En Dalheim, Petronio de Armantiere afirmó que tan pronto como abrazaba a Abrahel, los miembros se le volvían rígidos.››
Ciertas versiones no tan aceptadas afirmaron que, en medio del furor sexual, el súcubo realizaba pequeñas y leves incisiones rasguñando el pecho de los hombres, gracias a lo cual podía alimentarse de la sangre que brotaba.
Una idea bastante aguda —aunque aparentemente incompatible con la imagen que el Libro de Tobías da del demonio Asmodeo como sexualmente aficionado por Sara— era la de Henry Boguet (1550-1619), quien propuso que los demonios no experimentaban deseo sexual porque eran inmortales y no necesitaban descendencia para perpetuar su especie, de modo que no necesitaban tener órganos sexuales y, en realidad, lo que ocurría era que éstos, en su voluntad de inducir al pecado, le hacían imaginar y sentir a un hombre que estaba teniendo sexo con una súcubo,  o a una mujer le hacían imaginar y sentir que estaba teniendo sexo con un íncubo.
Por su parte, Pierre de Rostegny (1553-1631) postuló que los demonios, sean súcubos o íncubos, preferían tener sexo con hombres casados o mujeres casadas, ya que de ese modo añadían al pecado de la lujuria el pecado del adulterio. Además, Pierre sostuvo algo que también muchos otros sostuvieron: a saber, que los demonios gozaban con manifestaciones sexuales prohibidas o mal vistas por la Iglesia incluso dentro del matrimonio, manifestaciones como, en el caso de los íncubos, el sexo anal (considerado “antinatural” en ese entonces).
Ya en el siglo XVII, el exorcista y demonólogo católico Ludovico María Sinistrari planteó lo siguiente: en su opinión y tal como afirmaron los autores del Malleus Maleficarum, los demonios no tienen sexo definido. A eso, Sinistrari agrega el que, antes de transformarse en súcubo o íncubo, un demonio requiere de ciertos materiales físicos para asumir una materialización sexuada en forma de súcubo o íncubo. En cuanto a la forma en que un demonio consigue dichos materiales, otros autores han complementado la teoría de Sinistrari diciendo que, para volverse un súcubo (o un íncubo), un demonio se valía de cadáveres que animaba y metamorfoseaba o de carne humana con la cual formaba un cuerpo que luego animaba metiéndose en él.
En cuanto a su comportamiento, algo que siempre se ha creído (aún hoy en día) de los súcubos es que éstos atacan principalmente de noche, después de que la víctima se ha dormido. No obstante también ha habido informes que muestran ataques en las siestas de la tarde u otras, evidenciando así que el mero hecho de estar dormido vuelve al hombre más susceptible a sufrir el ataque de un súcubo.
Otra cosa que desde el Medioevo se ha acentuado mucho es que los súcubos (y lógicamente también los íncubos en relación a las mujeres) por lo común prefieren atacar, o bien a gente espiritual y contemplativa como artistas, místicos, sacerdotes y religiosos en general, o bien a gente bien carnal o que participa de prácticas paganas o satánicas.
Algo no muy sabido es que muchos teólogos medievales plantearon que el número de súcubos era mucho menor al de íncubos, estando en una proporción de 1/9. Poco conocido es igualmente el planteamiento de que los súcubos (y los íncubos) se alimentan no solo de la energía de su víctima sino también de su miedo.
Por último, ciertos demonólogos han afirmado que los súcubos pueden aparecerse como personas conocidas, poder éste que utilizarían para causar mucho mayor daño moral que el que podrían hacer si simplemente viniesen en la forma de la voluptuosa dama diabólica que corta el sueño del caballero para fornicar con él. Así, en teoría este poder del súcubo explicaría casos extraños en que un hombre está tranquilo y, contrariamente a la conducta que por años ha mostrado, aparece su cuñada para seducirlo o, peor aún, su prima o su hermana…Evidentemente y sobre todo si tenemos en cuenta que esta creencia demonológica tuvo bastante aceptación popular en el contexto del fanatismo y la superstición medieval, saltará a nuestro sentido común el que, en una época en que la Iglesia inspiraba miedo y tenía el poder de torturar y matar, muchas parejas inmorales (cuñado-cuñada, nuero-suegra, hermano-hermana, etc…) debieron valerse del “fue el súcubo” para salvarse de la mano severa del poder religioso. Aunque de no mucha utilidad, para distinguir a una seductora humana de una seductora súcubo, los especialistas dieron la clave de que el súcubo siempre hacía dormir a todos alrededor, de modo que nadie se daba cuenta y, además, ese sueño era tan profundo que no despertaban mientras tenía lugar el acto impuro; pero… ¿y si hacían silencio y la tentadora humana aparecía en medio de la madrugada?…
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Cómo invocar a un súcubo
En el libro Secrets of Western Sex Magic, Frater U. D. nos dice lo siguiente sobre la invocación de súcubos e íncubos:
‹‹La manera más fácil de invocar a los íncubos o súcubos es la magia sigílica; por ejemplo, con la sentencia de deseo, “Es mi deseo encontrar a un súcubo en mis sueños esta semana”. Si todavía experimentas dificultades para recordar los sueños, incluye una sugestión relevante en la sentencia.
También puedes trabajar ritualmente hacia el coito deseado, por ejemplo, cargando un talismán o fetiche y llevándolo sobre tu cuerpo. Los “sacrificios” en la forma de secreción sexual son los preferidos. Las muñecas cargadas o los fetiches suministran la base material de la aparición, pero estos sólo deberían ser usados si uno quiere atar la energía del íncubo o súcubo materialmente por ciertas razones.
Por supuesto, la cópula con demonios sexuales no está limitada al estado de sueño. Puedes invocarlo en un ritual cuando estés en un trance sexual (esto es algunas veces incluso más intenso que una experiencia de sueño).››
Con respecto a lo citado algunos podrían preguntarse  qué es eso de los fetiches cargados, duda que se respondería de manera sencilla si entendemos que ese fetiche cargado es un objeto sobre el cual, a través de procesos rituales, prácticas de visualización y masturbación, se ha vertido nuestra energía de deseo en relación al propósito mágico que deseamos conseguir. Así, ese fetiche podría ser una estatuilla que represente a una súcubo, estatuilla con la cual habremos hecho rituales y tenido fantasías, siempre teniéndola en una mano (si es una, es preferible que sea la derecha, pues en Reiki esta es la mano que transmite energía, mientras que la izquierda recepta) o en ambas.
Además de las técnicas sugeridas por Frater U. D., también existen complejos rituales en la escuela tántrica Kaula. No obstante, un procedimiento con altas probabilidades de éxito es el del sueño lúcido, tipo de sueño que, según señalan los ocultistas, es “la antesala del viaje astral”. Ocurre así que, aprendiendo a estar conscientes de que soñamos, a programar determinados sueños deseados y a moldear lo que estamos soñando mientras soñamos de forma lúcida, podemos ir aproximándonos al desarrollo de sueños lúcidos en los que tengamos contacto con los súcubos, sueños lúcidos que tarde o temprano nos llevarán a un verdadero contacto con los súcubos en el mundo astral, puesto que los súcubos habitan en los niveles más bajos del astral y el acceso a esos niveles es mucho más fácil que el acceso a niveles elevados en el que habitan entidades de luz.
Otra técnica bastante poderosa es la de la acumulación de energía sexual, ya que esto, según muchas escuelas de pensamiento esotérico, abre la puerta a la transmutación o transformación de esa energía en energía psíquica. Normalmente esa transformación sería complicada, pero, si el fin que perseguimos es un fin sexual como el contacto con súcubos, entonces el asunto se vuelve realmente sencillo ya que fácilmente esa energía represada se puede transformar en deseo, no ya entendido como mero deseo del cuerpo sino más que nada como deseo a nivel emocional y mental. Para acumular dicha energía los especialistas en magia sexual recomiendan estimularse con pornografía, masturbación sin eyaculación y, sobre todo, visualizaciones en que se cumple aquello que deseamos. Así, se recomienda primeramente imaginar a una sombra, sombra que luego habremos de ir moldeando mentalmente según el aspecto que deseemos que tenga nuestro súcubo (recordemos que, según la mayoría de teorías, los súcubos pueden cambiar su aspecto en vistas a encender nuestra concupiscencia). Finalmente, cuando tengamos una visualización clara imaginaremos que cobra vida y que empieza a interactuar sexualmente con nosotros; pero, y es de suma importancia, llegados a este punto no solo debemos visualizar en términos de imágenes sino de sensaciones, procurando oír los sonidos en nuestra mente y sentir al súcubo en nuestra piel. Todo esto podría parecer una futilidad pero no lo es, evidencia de lo cual es que una escuela de control mental tan seria como el Método Silva recomienda siempre visualizar también en términos de sensaciones táctiles y auditivas para así aumentar el poder psíquico de la visión en tanto elemento que, mediante ciertos mecanismos operados primordialmente a nivel de planos sutiles, es capaz de producir los hechos correspondientes y deseados en el mundo concreto.
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Explicaciones sobre los súcubos
Dos explicaciones en el ámbito de las realidades post-mortem
En el marco de aquellas concepciones de la reencarnación dentro de las cuales está excluida la posibilidad de reencarnarse en un animal, existe cierta teoría según la cual los súcubos (y los íncubos) no son demonios sino lujuriosas almas desencarnadas que, no habiendo todavía entrado al proceso de volver a nacer en otro cuerpo, vagan por el mundo en los bajos planos del mundo astral, planos donde yacen los deseos más terrenales como, por ejemplo, la voluptuosidad desenfrenada que las habita y les causa gran angustia y ansiedad ya que tienen deseo sexual (la sexualidad va más allá de lo físico) pero no tienen un cuerpo para satisfacer plenamente ese deseo. Este pues sería el supuesto origen de súcubos e íncubos, ya que estos espíritus desencarnados se verían atraídos por personas que emitan vibraciones astrales propias de deseos sexuales intensos y frecuentes. Así, en las horas de sueño estos “súcubos” e “íncubos” irían donde ciertos hombres y mujeres y concretarían el contacto en el plano etérico, dejando a la persona impregnada con fluidos energéticos de deseo carnal, fluidos que la incitarían a desarrollar perversiones y que siempre aumentarían la lujuria, tendiendo así a sumir a la persona en un círculo vicioso en el que la parte astral de su energía libidinal atraería súcubos o íncubos, quienes luego incrementarían esa energía libidinal y con ello la persona tendería a atraer más súcubos o íncubos, y así indefinidamente si no sucede algo que, venido del exterior o del interior de la persona, detenga el proceso.
Ya en lo que es el catolicismo actual, vemos que la superstición y la actitud de ver en todo a los demonios se ha disipado enormemente, dando lugar a una actitud más racional en la cual, dentro del margen de libertad intelectual que la Iglesia da a sus clérigos, hay opiniones sobre los súcubos e íncubos como la del Dr. Ramón Murray, quien escribió lo siguiente: ‹‹Como teólogo yo creo que los muertos antes de tiempo por accidentes, suicidio, ahorcamiento, que no completaron su edad cronológica en la tierra, que han sido hombres y mujeres rebeldes a Dios y a las autoridades delegadas por Dios como son padre y madre Satanás los usa para hacer fechorías lujuriosas en la tierra a través de demonios que toman apariencia de esas personas muertas, que no son ellas sino demonios, hasta que esos muertos cumplen su edad cronológica determinada por Dios en la tierra y luego ya no aparecerán mas demonios en su figura corporal.››
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Lo que dicen los escépticos
En la mentalidad científica los encuentros con súcubos e íncubos en realidad serían episodios de alucinaciones hipnagógicas (visuales, auditivas, táctiles y hasta en algunos casos olfativo gustativas…) surgidas sobre todo durante las parálisis de sueño y en menor medida durante intensos episodios oníricos. En cuanto a la causa, dichos episodios alucinatorios estarían principalmente motivados por el deseo sexual, el cual en muchos casos sería un deseo sexual reprimido (como sucede en religiosos y religiosas por sus votos de castidad) o bien un deseo sexual frustrado (pongamos el caso de un hombre que es muy ineficaz para seducir mujeres) que encuentra su plataforma de satisfacción imaginaria en los supuestos encuentros con el súcubo o el íncubo; pero esos son solo los casos principales, ya que también podría darse, por ejemplo, el caso de individuos adictos al sexo que creen mucho en demonios y esas cuestiones.
Lo anterior permitiría entender racionalmente el fenómeno en una perspectiva que deja de lado su dimensión histórica. Ahora, y si lo que queremos es comprender su origen en tanto fenómeno socio-cultural que fue evolucionando a lo largo de la historia, lo que los escépticos dicen es que los encuentros con súcubos e íncubos surgieron básicamente como explicación a los sueños eróticos y, en el caso particular de los súcubos, a los sueños eróticos manifestados como sueños húmedos. Tal explicación habría surgido como expresión de una época en que, debido al escaso desarrollo del conocimiento científico y a la dominancia del pensamiento mágico emanado de las supersticiones y el fanatismo religioso, el hombre tendía a explicar en términos sobrenaturales todo aquello que desconocía y, puesto que en el Medioevo la sexualidad estaba muy asociada al pecado y al Diablo, no resultaba tan descabellado afirmar que el “virtuoso” caballero se había levantado con ciertas secreciones debido a la influencia perversa de alguna súcubo…
Por último y para que se vea lo útil que resulta la explicación científica (la de las alucinaciones hipnagógicas), recuérdese nada más que, en la Edad Media, la mayoría de casos conocidos de súcubos e íncubos tuvo como presas a sacerdotes, monjes y monjas, hecho que nos lleva a preguntarnos lo siguiente: ¿los atacaron las lujuriosas huestes del Diablo porque eran “puros” y “puras” y querían alejarlos de Dios, o vivían sexualmente tan reprimidos y reprimidas que, para no experimentar la culpa que implicaría violar voluntariamente el voto de castidad, sus mentes les crearon diablesas y diablos que sin preguntar irrumpían y daban rienda suelta a los actos carnales?
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Los súcubos y la asociación entre el mal, el sexo y el Diablo
El planteamiento básico, desarrollado por estudiosos de pensamiento progresista, afirma que, en términos generales, vemos que en la cultura occidental (sobre todo en países subdesarrollados) existe una tendencia, por parte de los individuos, a ver la sexualidad como algo sucio y a experimentarla muchas veces como algo que produce culpabilidad, vergüenza y angustia, sobre todo cuando se da fuera de las expresiones socialmente bien vistas. Según la teoría que aquí se expone, aquello se debería a que la herencia judeocristiana ha hecho que los individuos tengan introyectada (interiorizada, arraigada en sus esquemas psicológicos y mentales) la asociación sexo-mal-Demonio, relación que a lo largo de los siglos de vigencia del cristianismo ha ido acompañada de una misoginia que ha visto en la mujer un ser más proclive al mal que el hombre, expresión de lo cual es el hecho de que el primer demonio sexual haya sido una súcubo: Lilit. Ella solo se menciona en un pasaje de la Biblia pero fue la primera compañera de Adán según interpretaciones rabínicas del Génesis, interpretaciones a partir de las cuales surgió una historia aceptada dentro del judaísmo en la cual Adam, cuando por primera vez quiso tener relaciones sexuales con Lilit, le pidió que se acostara debajo de él: ‹‹Adam y Lilit comenzaron a argumentar. Ella dijo “yo no me acostaré debajo”, y él dijo: “Yo no me acostaré al lado tuyo, solo encima de ti. Pues eres hecha solo para estar debajo, mientras que yo fui hecho para estar encima”›› (Alfabeto de Ben Sirá). No obstante a Lilit le pareció una posición humillante pues se consideraba igual a Adam y no se creía en el deber de obedecerle, siendo así que finalmente terminó abandonando el Edén después de que Adán intentase obligarla. Posteriormente se dice que Lilit fornicó con el demonio Asmodeo y que de esa unión surgieron los primeros íncubos y también nuevos súcubos; finalmente, en la antigua tradición mística del judaísmo se creía que Lilit empleaba el semen de los sueños húmedos para crear nuevos demonios…
Todo esto de Lilit deja entrever el machismo de la tradición judía, tradición que en sus inicios con Moisés forjó aquella visión moral de la sexualidad que luego adoptó el cristianismo y que, a lo largo de los siglos de la historia occidental, fue arraigándose en la cultura al punto de que hoy en día está en gran parte naturalizada en tanto que muchos de sus aspectos son vistos por la gente como imperativos morales que no tienen raíz religiosa cuando en realidad sí la tienen.
Dicho todo lo anterior surge naturalmente la siguiente pregunta: ¿cómo y por qué sucedió todo? Veamos.
Todo comenzó en el periodo histórico en que el pueblo hebreo estaba forjando su identidad religiosa y moral: los tiempos de Moisés. Fue pues en ese entonces cuando, con mano de hierro, Moisés implantó el monoteísmo, los diez mandamientos y supuestamente (algunos investigadores dicen que no la escribió Moisés y que se hizo siglos después) toda la famosa Ley Mosaica, la cual contiene 613 preceptos. Sea como fuere el punto es que, con el castigo de la muerte para faltas (infidelidad sexual, blasfemia, desobediencia de los hijos a los padres, etc) que hoy no recibirían ni una pedrada en la cabeza y con otros castigos severos (destierro, por ejemplo), Moisés y una pequeña élite que le seguía configuraron un culto religioso en que las manifestaciones de la sexualidad no reproductiva eran vistas como “inmundas” y “abominables”; y, si bien en ese entonces el Diablo aún no era un elemento del discurso religioso, posteriormente el judaísmo habría de hacer que esa asociación entre la sexualidad no reproductiva y el mal se transforme en una asociación entre la sexualidad no reproductiva y la personificación del mal: Satán. En cuanto a las razones de por qué Moisés instauró aquella visión, fueron básicamente las siguientes: 1) Ya que la sexualidad solo era permitida entre el esposo y la esposa, se solidificaba a la familia como célula social y se lograba así una sociedad más controlable y más propensa a un crecimiento organizado debido a que los hijos solo nacían en el matrimonio. 2) Se lograba fortalecer la identidad del pueblo judío al diferenciarlo de los paganos, quienes veían la sexualidad como un regalo de los dioses y hasta tenían orgías masivas y prostitución sagrada, por esto, la lucha contra la idolatría pasó a ser en parte la lucha contra la libre sexualidad 3) En una sociedad patriarcal (la mujer no tenía poder, el padre era el gran jefe de familia, los hombres gobernaban y las esposas debían ser dóciles con sus esposos), militarizada y abocada a consolidar su poder frente a otros pueblos, el deseo individual de la sexualidad no reproductiva era contraproducente pues lo que importaba era el todo social y a causa de eso, reprimiendo en lo posible ese deseo, se aumentaba el carácter del sujeto como engranaje social y se disminuía así su individualidad.
Comprendido esto tenemos que, luego de Moisés, toda esta represión de la sexualidad no reproductiva se fue fortaleciendo al punto de que “derramar el semen fuera de la vagina” fue, en el contexto doctrinal de las escrituras, considerado como algo reprensible ante los ojos de Dios. Luego, ya en lo que fue el cristianismo, vemos que Cristo promovió una actitud algo tolerante y bastante compasiva (recuérdese cuando salvó a la mujer adultera de ser apedreada) y que, en su doctrina, tenía mucha más importancia el amor al prójimo y la bondad que el ser unos santurrones sexualmente hablando, cosa que se ve cuando les dijo a los fariseos que los publicanos y las prostitutas  estaban mucho más adelantados que ellos en “El Reino de los Cielos”.
Entonces y finalmente: ¿por qué el cristianismo adoptó una actitud más parecida a la de los judíos que a la de Cristo en el sentido de manifestar machismo, sacralización de la obediencia y satanización del sexo? Según los autores progresistas y lo que dirían filósofos como Nietzche o Focault: deseo de poder. Eso al menos a un nivel general, ya que lo que históricamente ocurrió fue que las otras voces (los apóstoles) del Nuevo Testamento pertenecían a individuos que anteriormente eran judíos y que por ende, a pesar de creer en Cristo, tenían una gran dificultad para dejar de lado la mentalidad machista, patriarcal y satanizadora del sexo que se pregonaba en la religión en que se criaron. Así se dio que, una vez que la Iglesia empezó a surgir como institución, se recurrió a doctrinas como lo de la sagrada inspiración de las Escrituras para dar a las palabras de los apóstoles una importancia casi tan grande como la que tenían las palabras (heterodoxas en su tiempo) de Jesús. ¿Por qué? Sencillamente porque el discurso judío, por las mismas razones que a Moisés le sirvió su doctrina rigurosa, les servía a los primeros hombres (y a tantos otros que luego llegaron) de la Iglesia para consolidar el poder institucional de la Iglesia e incluso para tener cierto poder político y social pues, evidentemente, un discurso como el que manejaban le servía a cualquier Estado para mantener a su sociedad domesticada. Fue pues en ese proceder que se llegó a la cúspide de toda esa oscuridad doctrinal durante la Edad Media: allí se fortaleció más que nunca la idea de la sexualidad como algo ligado a Satanás, allí se solidificó la imagen de la mujer como más pecaminosa que el hombre y, entre otras cosas, se habló de demonios que asumían (o tenían) aspecto de mujer y tentaban a los hombres mientras dormían, demonios que se llamaban súcubos y, pese a la etimología de su nombre, al igual que su madre primigenia Lilit, tampoco gustaban de yacer debajo de los hombres.

sábado, 10 de noviembre de 2012



El Hombre del saco se lleva a los niños en un saco. Esto ya lo sabes, lo sabéis todos los niños, pero lo que nunca os han contado es lo que hace con los niños malos después de habérselos llevado.

Te lo voy a contar.


El Hombre del saco tiene el aspecto de un pordiosero, sucio y maloliente. Lleva un abrigo viejo plagado de remiendos, con grandes bolsillos de los que, a veces, parecen salir vocecillas lejanas. Lleva un sombrero de ala ancha lleno de rotos que le oculta la mirada, su pelo ralo y negruzco le tapa las mejillas, y sólo se ve su nariz aguileña y su boca, surcadas ambas por pústulas y cicatrices que supuran una pus, por eso sorbe constantemente y se relame. Se adivinan sus ojos penetrantes, inquietos, malignos, te aseguro que si llegaras a contemplarlos de frente el corazón te haría daño en el pecho al palpitar, mirándote con esas pupilas concentradas en dos puntitos minúsculos. Pero lo peor es su boca. Si, en el peor de los casos, se te lleva, cállate, no digas nada, porque su sentido del humor es muy extraño e imprevisible, el demonio sabe de qué se ríe, y si dices algo, cualquier palabra, la más ingenua, y provocas su risa podrás ver unas hileras de dientes afilados, igual que los caníbales, ocres, incluso le faltan algunos, y esos huecos, por los que asoma la punta de su lengua como una oruga nerviosa y roja… es una visión que no te recomiendo. Y lo peor del peor de los casos es que cuentan que cuando se ríe le entra hambre. Así que, hazme caso, si en el peor del peor del más terrible de los casos se te lleva el Hombre del saco, cállate y no digas nada, no llores, no gimas siquiera.

Tiene una llave que abre todas las puertas, siempre viene de noche. No hace ruido al andar, se dice que en otra vida fue gato, y que lo maldijo su dueña, una vieja bruja, por arrancarle los ojos estando en celo, en un arrebato de amor incontrolable. Entra en los hogares, se vuelve oscuro, podría cruzárselo tu madre por el pasillo y no darse cuenta de que está ahí, oculto dentro de la sombra de una puerta, de una silla, de un radiador… De sombra en sombra, silencioso, entra en tu habitación. Aunque estuvieras despierto y atento él esperaría a que te durmieses, conteniendo la respiración, mirándote fijamente con sus ojillos muy abiertos, pasándose la lengua por las hondas heridas de sus labios, que él mismo se provoca al mordisqueárselos. Es paciente, puede esperar todo el tiempo que tu mente necesite para amortiguar el miedo, para agotarse en su propio cansancio. Y te dormirás, porque la mente limita con el sueño, y para el sueño, cuando la mente lo cruza, no existen límites. Tiene los dedos huesudos y finos, callosos, con las uñas largas, sucias, te meterá el índice y el corazón por los agujeros de la nariz, despacio, tapándote la boca con la palma de la mano, te meterá el índice y el corazón por los agujeros de la nariz hasta que sus uñas toquen la raíz de tu cerebro y te quedes inconsciente. Entonces, irás al saco.

Recuerda, cuando despiertes, no digas nada. En el saco hay un montón de insectos vivos masticándose unos a otros, reptándote por los brazos y las piernas, recorriéndote con sus patas ásperas, palpando tus párpados, intentando penetrar la oquedad de tus oídos con sus antenas… no gimas siquiera, recuérdalo. El hombre del saco hace un largo camino con su carga, que eres tú.

Se lleva a los niños a un sótano que nadie sabe dónde está. Un lugar húmedo, en penumbra, donde su vista es aguda y la tuya torpe. Puede que esté muy lejos, en un cobertizo en un bosque sombrío, puede que esté, no se sabe, debajo de tu casa. A los niños los guarda en jaulas pequeñas, que él mismo construye con madera y alambres, y escribe el nombre con una tiza antes de que haya capturado a su inquilino. Lo tiene todo previsto, no se le escapa un detalle. Es capaz de atisbar la posibilidad de un futuro. Nadie se le escapa… Bueno, hubo uno que sí, pero… ya te contaré.

La jaula más grande tiene el tamaño de un horno de cocina, imagínate, ahí pasan los niños los días y los días, y las noches oyendo gritos y gemidos, y algunos días, al día siguiente, ven algunas jaulas vacías. El Hombre del saco escupe sobre ellas un gargajo viscoso, borra el nombre escrito con la manga, las rompe a martillazos, sonriendo, y se pone a construir nuevas jaulas minuciosamente, serio. Se oyen gritos y gemidos de noche, siempre de noche, lánguidos sollozos que no encuentran un final. A veces se oyen chillidos desgarrados que taladran los sentidos, los niños en las jaulas tiemblan, no se atreven a moverse, la respiración se les agolpa en la garganta, intentan ver en la penumbra qué sucede. Pero la penumbra es densa, espesa, fétida, verduzca. Perciben, acaso, una sombra torcida, la sombra del Hombre del saco que parece absorber todas las sombras a su paso, atareado, lento, canturreando por lo bajo una monserga con su voz profunda y áspera:

Malos, malos, habéis sido niños malos,
muy malos, niños, muy malos...
Porta, quizá, un bulto pequeño en la mano que todavía se mueve, no se distingue lo que es, y se lo echa a seis perros que tiene. En sus roncos ladridos se adivina un eco lejano de palabras humanas, deformadas, gruesas, y los perros devoran y despedazan ese bulto disputándoselo entre ellos. A veces los apalea cruelmente, sin ninguna razón, y los perros se diría que lloran y suplican. En ocasiones uno muere por la paliza recibida. Y al poco tiempo otro ocupa su puesto, más pequeño, más feroz aún.

A veces un lamento se extiende desde la medianoche hasta la madrugada, el débil lamento de un niño encerrado solo, no se sabe, de verdad, no se sabe dónde, ni con qué bichos, en la oscuridad. Cuando lo devuelve a la jaula, ya no puede cerrar los ojos. No puede volver a cerrarlos, aunque quiera, y se le acaban secando. Y a partir de ahí su llanto se torna insoportable.

Y a veces, por la noche, no se oye nada. El silencio es más tenebroso que los gritos, los niños saben que, entonces, vendrá a por uno de ellos. Que alguno de ellos será el siguiente que quiebre ese silencio. Y se miran, hasta donde les es posible ver, y miran hacia la puerta, temiendo el chirrido que la abra y que aparezca el Hombre del saco canturreando su monserga…

Nunca os han contado lo que hace con los niños, ¿quieres saberlo?

¿Te atreves a saberlo?

Nadie sabe lo que les hace, todo son suposiciones, pero sí lo que les ha hecho. Cuando los mete de nuevo en la jaula, unos traen agujeros sangrantes en las palmas de las manos y en los pies, como si los hubiera clavado con clavos, como si fueran mariposas, en un tablón. Otros traen un ojo y un diente arrancados de cuajo, al parecer, con las mismas tenazas. Otros vienen con los huesos tronchados por dentro, molidos a pedradas, convertidos en peleles sin alma. Otros vuelven con las tripas reventadas, los intestinos colgando, abiertos en canal, se diría que les ha pegado un potente petardo en el ombligo. Algunas niñas, qué espanto, se retuercen oprimiéndose sus partes, como si les hubiera cortado algo por ahí, un trozo de su ser, con una cuchilla oxidada. Algunos agonizan de hambre en su jaula, de sed, y él deja que negros moscardones se den un banquete con lo que resta de su carne, juntada al pellejo, que se junta a los huesos, hasta que mueren… A los que han muerto los retira de sus jaulas y las machaca. A los que sobreviven, acaban desapareciendo, siempre uno por uno, la noche después de que haya matado a un perro a palos.

¿Quieres seguir sabiendo? Mejor no.

Hubo un niño que escapó. Anduvo errante y se cayó a un pozo, donde lo rescatamos. Fue una casualidad, yo, que estaba cuidando las ovejas, escuché su último quejido exánime, y lo sacamos de allí. Apenas podía hablar, nos contó cosas terribles, cosas sin sentido, estaba magullado, desfallecido, y le faltaban las dos manos, decía que se las habían comido otros niños… No volvió a soltar una palabra en su vida. Está encerrado en un hospital psiquiátrico, temblando continuamente, gimiendo, y mirando siempre hacia la puerta. Está en una habitación blanca, totalmente iluminada día y noche. Una vez que se fue la luz en el centro, sus gritos pudieron oírse en todos los pueblos en diez kilómetros a la redonda…

Y ya no te cuento más.

—Abuelo… ¿por qué me cuentas estas historias? Tengo miedo.

—Te cuento estas historias, hijo, porque ya tienes una edad en la que vas comprendiendo que las princesas y los dragones no existen. Sin embargo, el Hombre del saco existe, te lo aseguro, acecha oculto por los rincones de este mundo. Y puede que algún día venga a buscarte.

—¡Abuelo…!

—Del Hombre del saco no puedes escapar. Y hacerlo no sería ninguna suerte para ti. Pero te voy a regalar un secreto importante: No dejes que te atrape, la única forma de que no te lleve es mirarle a los ojos y sostenerle la mirada. Eso le hará gracia, abrirá su boca enormemente, tú sigue mirándole, no llores, no gimas, mírale. El Hombre del saco te lleva porque tú te dejas llevar por él. Sé valiente, cariño, tan valiente como para enfrentarte al miedo y al dolor, aunque tengas el alma hecha un guiñapo. Mira de frente. Dentro de poco yo no estaré aquí, y quiero que sepas estas cosas. Por desgracia, te harán falta.



El "Tiyanak" es similar a la sirena de la mitología griega por atraer a su presa con su voz. Una persona escucha el llanto de un bebé en las profundidades del bosque y sigue el sonido para rescatar al bebé. Algunas historias dicen que la persona deambula sin rumbo buscando al bebé y termina completamente perdida. Otras historias dicen que la persona termina encontrando al bebe en medio del bosque. Cuando lo recoge, el bebé se transforma en un monstruo con grandes y filosos dientes. Después se come a la persona y vuelve a transformarse en bebé para esperar a su siguiente victima. Cual sea que sea la versión, la historia termina con "Y nunca volvió a ser visto de nuevo.



~Los 9 mundos del Yggdrasil~

El árbol cósmico Yggdrasil es, en cierta forma, el “armazón del mundo” para la mitología escandinava. Yggdrasil, alberga los nueve mundos en los que se divide el Universo. Cada uno de estos universos se caracterizan dependiendo de las características de sus habitantes. Los 9 mundos son:


-Asgard:el reino de los dioses Æsir. Allí encontramos Valhalla, la morada de Odin. Cada dios posee una morada diferente. Asgard está conectado con Midgard, el reino de los hombres mediante el puente arcoíris llamado Bifrost que está vigilado por el dios Heimdall.

-Vanaheim, el reino de los dioses Vanir. Es el hogar de los Vanir, uno de los dos clanes de dioses en la mitología nórdica aparte de los Æsir. El nombre aparece en la saga de los Ynglingos de Snorri Sturluson. En esa obra, los dioses aparecen de un modo evemerista, como héroes del pasado, y el nombre de su reino es relacionado con el río Don. Es por ello que es discutible el hecho de contar a Vanaheim como uno de los nueve mundos de la cosmología nórdica.

-Alfheim, la Tierra de los elfos de luz. En la mitología nórdica significa hogar de los Alfios (Elfos). Y es uno de los lugares o mundos de dicha cosmología.

-Midgard o Mannheim(la tierra), el mundo de los hombres mortales. En la mitología nórdica, el Midgard,es el mundo de los hombres creado por los dioses Odín y sus hermanos, Vili y Ve tras el combate con el gigante primigenio Ymir. En ese sentido, Midgard representa la tierra asentada por los hombres, un "asentamiento/residencia en el centro del mundo conocido", de allí el término común de "Tierra del Medio".

-Jötunheim,es el reino de los gigantes. Es el mundo de los gigantes (de dos tipos: Roca y Hielo, llamados colectivamente Jotuns) en la mitología nórdica. Desde aquí amenazan a los humanos de Midgard y a los dioses de Asgard (De los cuales están separados por el río Iving). La ciudad principal de Jotunheim es Utgard. Gastropnir, hogar de Menglad, y Þrymheim, hogar de Þjazi, estaban ubicadas en Jotunheim, que era gobernado por el rey Þrymr. Glæsisvellir era el lugar dentro del Jotunheim donde vivía el gigante Gudmund, padre de Höfund.

-Svartalfheim, es el reino de los enanos y de los elfos negros. Según la mitología nórdica, era uno de los nueve mundos de que se componía el cosmos. Otro de los nombres que posiblemente adopta éste es Niðavellir, en otros manuscritos. En él habitaban los elfos oscuros, denominados también Svartalfar, y, muy posiblemente, los enanos nórdicos, según Snorri Sturluson.

-Niflheim, el mundo del hielo y de las brumas. Niflheim (También conocido como 'Nylfheim' o 'NielHeim') significa Hogar de la niebla, que en la mitología nórdica es el reino de la oscuridad y de las tinieblas, envuelto por una niebla perpetua. En él habita el dragón Níðhöggr que roe sin cesar las raíces del fresno perenne Yggdrasil. Después del Ragnarök el dragón se dedicará a atormentar las almas que queden en el mundo.
En uno de los mitos cosmogónicos , Niflheim es la materia fría, lo opuesto al Muspelheim o materia caliente. El mundo nació del choque de éstas en el espacio mágico, llamado Ginnungagap.

-Muspellheim, el mundo del fuego. Es el reino del fuego en la mitología nórdica. Es el hogar de los Gigantes de Fuego, de los cuales Surt era el más poderoso. Muspelheim significa mundo del fuego u hogar del fuego, siendo Muspel fuego y Heim, hogar o mundo.

-Helheim, el dominio de los muertos. Es conocido como el reino de la muerte y se encontraba en la parte más profunda, oscura y lúgubre de Niflheim, otro de los nueve mundos. Estaba gobernado por Hela, monstruosa hija de Loki, y la entrada era custodiada por un perro conocido como Garm. Helheim y Niflheim suelen relacionarse como el mismo mundo, pero esto no es así: Niflheim es el reino del frío, el hielo y la oscuridad, principalmente, y, aunque también son propias en él la muerte y la perdición, donde se dan estas dos últimas específicamente es en Helheim, la capital de la muerte (por decirlo de alguna manera).
En este mundo terminaban los que habían muerto por enfermedad o vejez, y una vez se entraba en él ni siquiera los dioses podían salir, a causa del interminable, inagotable e intransitable río Gjöll, que lo rodeaba.
Por supuesto todos los criminales irán al Helheim, pero para estos hay unas áreas especiales dentro del Helheim.
El Nastrand (playa de cadáveres) también conocido como Naströnd y Nastrandir es una sala dentro del reino de Hel donde irán las almas de las personas viles, los asesinos, los perjuros y los mentirosos notorios. También en Nastrand como en el resto del Helheim el sol nunca brilla y los puertos de la sala se abren todos hacia el norte. Las paredes están cubiertas con serpientes que miran todos hacia adentro, escupen sin parar veneno así que esto fluye en torrenciales por la sala y llena todo con vapores venenosos. Se supone que el Nastrand fue el modelo por la representación cristiana de su infierno.