Escalofriante leyenda de una chica
tímida y retraída que era golpeada diariamente por un grupo de
acosadoras, que se burlaban de ella porque era una fanática de la muñeca
Hello Kitty y todos sus complementos…
Hace no mucho tiempo vivía una chica que era una absoluta fan de Hello Kitty. Tenía la más increíble colección de merchandising de la simpática gatita y su habitación parecía más un museo que el cuarto de una niña de su edad. Era un chica tímida y muy reservada, y su extraña afición la puso en el punto de mira de un grupo de chicas indeseables que había en su escuela.
Este era un grupo de delincuentes juveniles que se divertían
golpeando, robando y humillando al resto de muchachas, pero en su caso
el acoso era continuo y diario. Sabían que ella nunca diría nada ni a
sus padres ni a los profesores, y eran lo suficientemente listas como
para golpearla en lugares en los que no quedara marca o se taparan con
la ropa. Tan continuo fue el acoso, que acabó acostumbrándose y cuando
la empezaban a molestar se alejaba del dolor pensando en su adorada Hello Kitty.
En sus fantasías recorría un idílico mundo donde nada ni nadie podía
hacerla daño, y de esta forma aprendió a ignorar el dolor y la
humillación.
Las abusadoras vieron cómo los llantos y quejidos se convirtieron en una cara inexpresiva. Y lo que más las inquietaba, era que sus ojos parecían como muertos, vacíos e indiferentes a las palizas que recibía.
La líder del grupo comenzó a darse cuenta de que su
comportamiento
le hacía perder el respeto de las demás, que veían como era incapaz de
doblegarla. La chica no se resistía, no luchaba, no lloraba, era como si
simplemente la ignorara. Pero lo que era aún peor…
¡Le daba miedo!.
No sabía el porqué, pero esos ojos inexpresivos con los que la miraba
cuando la estaba golpeando, simplemente le helaban la sangre. Un día
decidió acabar con el problema y organizó a su banda para seguir a la
chica hasta su casa. Aprovechando que sus padres llegaban tarde del
trabajo, pretendían infligirle tanto dolor que temblara cada vez que se
acercaran a ella. Sabía que eso no lo podía hacer en la escuela o en la
calle porque siempre podría haber alguien que las delatara.
La chica al llegar a su casa lo primero que hizo fue ponerse uno de sus pijamas favoritos de Hello Kitty,
como cualquier día normal. No habían transcurrido ni dos minutos cuando
el timbre de la puerta sonó. Sin pensarlo abrió la puerta y, antes de
que pudiera reaccionar, dos chicas de la banda ya la tenían inmovilizada
por los brazos. Un momento después la líder entró con una risa burlona.
-¿No te han enseñado a preguntar antes de abrir la puerta? – Sin mediar una palabra más la golpeó con todas sus fuerzas en el estómago, dejándola sin aire y doblada de rodillas en el recibidor de su casa.
Las delincuentes entraron en su casa y cerraron la puerta
asegurándose que nadie las hubiera visto. Arrastrándola la subieron
hasta su habitación y comenzaron a burlarse de su colección mientras
destrozaban una por una sus figuras,
sábanas o cualquier otro objeto con el logo de Hello Kitty.
Pero la chica ya se había evadido mentalmente. Sus ojos una vez más se habían vuelto inexpresivos y parecían ajenos a todo dolor o vejación. Probaron apagándole
cigarrillos
en la pierna, con cortes en su piel, saltando sobre ella… pero todo
parecía inútil. Esos ojos fijos, como perdidos, empezaron a atemorizar a
todo el grupo y algunas de ellas comenzaron a decir que era mejor irse,
que alguien podía llegar o cualquier otra
excusa para ocultar la realidad, ¡Se morían de miedo!.
La líder no podía dejar las cosas así y decidió acabar de una vez por todas con el problema.
-¿Sabes qué fue lo que dijo Hello Kitty? – le dijo mientras metía una mano en el bolsillo.
Pero la chica no contestó y continuó inmersa en su mundo de fantasía.
- No puede decir nada – dijo la jefa del grupo – ¡¡¡Porque no tiene
boca!!! – y de repente sacó una navaja abierta del bolsillo, con la que
le comenzó a arrancar los labios de la chica. Dejando su pijama, sus sábanas y toda su habitación de Hello Kitty manchadas de sangre.
Pero contra todo
pronóstico la
chica ni se inmutó y continuó mirándola con esos ojos sin vida. La
líder de la banda asustada comenzó a apuñalarla en el pecho, le clavó
incontables veces la navaja hasta que murió escupiendo sangre y con los
pulmones totalmente perforados.
Las demás integrantes de la banda salieron corriendo, pensaban ir a
asustarla, en ningún caso habían ido para asesinarla. Pero igualmente
eran cómplices y sabían que todas ellas podían ser juzgadas. Para
ocultar las pruebas que hubieran podido dejar, la líder prendió fuego a
la habitación y en pocos minutos, era toda la casa la que estaba en
llamas.
Pero por más que corrieran o se ocultaran nunca podrían escapar de lo
que habían hecho, y sin saberlo habían despertado una sed de venganza
que la chica no pudo cobrarse en vida, pero sí lo haría en la muerte y
desde el más allá como un fantasma.
Todas ellas empezaron a tener horribles pesadillas en las que podían ver los ojos inexpresivos de la chica
asesinada mirándolas fijamente. Pero eso no fue más que el principio, cuanto más fuerte era el fantasma, más poder podía ejercer sobre ellas, y un día comenzó el verdadero sufrimiento.
Sin saber cómo, las asesinas comenzaron a sentir que cada vez les costaba más
abrir la boca, hasta que un día despertaron con la boca como si
estuviera sellada: no podían hablar, no podían comer ni beber, y por más que intentaban forzar las mandíbulas, no eran capaces de despegarlas.
La líder fue la primera que sintió el efecto y la primera en darse
cuenta al mirarse al espejo que su boca parecía difuminarse, como si se
estuviera borrando, hasta finalmente desaparecer. Parecían un dibujo de Hello Kitty, en el que no existe boca en el rostro de la gatita. Por supuesto que nadie más aparte de ellas podía ver que su cara no tenía boca. Era como si el fastasma jugara con su mente torturándolas.
En un par de días las abusadoras se empezaron a sentir mal, no podían
beber y comenzaban a sentir los síntomas de la deshidratación, tenían
terribles dolores de cabeza y en sus delirios veían los ojos
inexpresivos de la chica mirándolas fijamente en cualquier lugar. Podían
sentir como las golpeaban pero no podían gritar, y lo que era aún más
inquietante, una especie de fuerza malévola les impedía pedir ayuda.
Poco a poco fueron sucumbiendo, rindiéndose al dolor y sus ojos fueron
perdiendo brillo, perdiendo vida y volviéndose tan inexpresivos como los
de la chica a la que humillaron, golpearon y finalmente asesinaron.
Cuando se iban rindiendo su mente abandonaba su cuerpo y entraban en
un coma irreversible. Su mente se evadía y llegaban a un idílico lugar
lleno de flores y pequeñas muñecas de hello kitty que jugaban y saltaban divirtiéndose. Era el mundo imaginario en el que la chica asesinada se evadía del dolor.
La líder de la banda fue la última en doblegarse y caer en un coma
profundo. A los pocos segundos de llegar a aquel paradisíaco lugar, el
cielo se oscureció y las decenas de Hello Kittys que jugaban distraídas
se giraron hacía ella mirándola fijamente, con los mismo ojos sin vida
que los de la chica.
Había comenzado su verdadero sufrimiento, pues en este mundo no había
como escapar del dolor y la chica torturada se aseguraría de que no
cesara el dolor hasta que alguien las desconectara de las máquinas que
las mantenían con vida en el mundo real, en un coma profundo del que
nunca despertarían.