Azrael es el Arcángel de la Muerte. A él
se le atribuye el rol de separar el alma del cuerpo al momento de la
muerte, así como también la capacidad de ayudarnos a superar nuestro
temor a la muerte en virtud de una mayor comprensión de la misma. Según
cuenta una historia, este noble arcángel se autoexilió del Cielo para
cumplir su misión.
Azrael es el Arcángel de la Muerte en
varias tradiciones extrabíblicas. Está presente en el sijismo, en el
islamismo, en el cristianismo e incluso en el judaísmo. Su nombre deriva
de “Izrail”, nombre presente en el Corán y que se traduce como “Quien a
Dios ayuda”. Comúnmente conocido como “Malak al-Mawt” entre los
musulmanes, Azrael es en esencia el ángel que separa el alma del cuerpo
al momento de la muerte, guiándola después hacia la oscuridad eterna o
la luz del Creador, según pesen más los méritos o deméritos del alma en
cuestión.
Diversos han sido los nombres con los
cuales se ha visto asociado este arcángel: Ashriel, Azaril, Azriel,
Izrail, y Ashrail, entre otros.
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UN ARCÁNGEL DE ASPECTO SINIESTRO
En cuanto a su aspecto, por lo general
Azrael es representado con una espada o una guadaña en virtud de su
asociación con la clásica personificación de la muerte en forma de
esqueleto vestido de negro. La vestimenta de Azrael suele ser una larga
sotana o túnica negra con una capucha, lo cual no es fortuito pues el
negro ha sido el color arquetípico de la muerte en distintos tiempos y
culturas, tanto de Occidente como de Oriente.
Existe
sin embargo una representación mucho más impactante del Arcángel
Azrael. A saber, en el Islam se lo describe como un ángel de setenta mil
pies y cuatro mil alas, con un cuerpo cubierto de tantos ojos y lenguas
como personas hay sobre la Tierra. Claramente se ve que la
representación es simbólica, estando ligada al papel que se le da de ser
quien escribe los nombres de las personas en el Libro de la Muerte.
Por último, una interpretación más
realista ha sugerido que Azrael es un arcángel rodeado por una luz
blanquecina, no ya del blanco resplandeciente de la túnica de Gabriel,
sino de un blanco mortecino y representativo de la naturaleza de la
muerte.
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AZRAEL Y SU MISIÓN
Azrael tiene el título del Ángel de la
Transición porque ayuda al ser humano en el difícil tránsito de la
muerte. Este papel puede ser abordado desde distintas ópticas, pasando
por la clásica visión en que Azrael separa el alma del cuerpo y acompaña
al alma a su destino, hasta aquella perspectiva algo heterodoxa de la
reencarnación entendida de una forma más perteneciente al esoterismo que
a la religión, perspectiva en la cual Azrael es el guía espiritual del
alma en el momento de pasar de una vida a la otra, tanto en el caso en
que esa alma tiene que pasar (antes de encarnar) por diversos planos
sutiles o lugares de estancia, como en el caso (enmarcado en otras
teorías) en que esa alma tiene que asumir un cielo o infierno temporal y
transitorio entre una y otra existencia.
Es
en esa función de Ángel de la Transición donde Azrael se encarga de dar
paz al alma de quien va a morir, no solo en el momento de la muerte y
en los instantes previos, sino en la difícil crisis que constituye el
préambulo de angustia y agonía propio de aquellos casos en que el
individuo sabe que la muerte está próxima, tal como el caso del enfermo
terminal (de SIDA, cáncer, etc.) o, por poner un ejemplo extremo, el
caso de alguien que va a morir ejecutado o torturado. Y es que, y esto
hay que señalarlo, Azrael no requiere que su ayuda sea solicitada para
ayudar. Él simplemente está allí, incluso para muchos de los que no
creen en su existencia.
Mas él no se limita a ayudar al sujeto
que va a morir: también ayuda a quienes sufren la agonía y la muerte de
quien pasará al otro mundo. Es así que él derrama su “energía sanadora y
luz divina”, otorgando consuelo, serenidad, aceptación y, sobre todo,
una comprensión sabia y profunda de la muerte, no ya como el inquietante
paso del ser a la nada, sino como el tránsito en que el sujeto abandona
sus elementos transitorios y perecederos, triunfando sobre el vacío de
la disolución en virtud de aquello que hay de eterno en él.
Lo visto remite a la función de Azrael
en torno a la muerte y su preámbulo, pero él, sobre todo para quienes
piden su ayuda directamente o simplemente solicitan a Dios o a los seres
de luz ayudas vinculadas a su función, puede ofrecer sus servicios. Tal
es el caso de las personas que atraviesan crisis existenciales
vinculadas a la comprensión de la muerte. Individuos que se preguntan
cuál es la naturaleza de la muerte, que guardan un profundo miedo hacia
ésta, o que se dejan hundir en la depresión pensando en que todo acabará
con la muerte, en que sobrevivirán pero perderán su esencia, en que sus
almas tendrán un destino desconocido pero ciertamente angustiante, o en
que no tienen salvación y estarán condenados al suplicio eterno una vez
dejado este mundo. En esos y otros casos Azrael puede inspirar en el
sujeto en crisis la idea o las ideas pertinentes para una comprensión
adecuada de la muerte, como también puede insuflar una profunda
confianza en que el Creador no abandona a sus hijos en las crueles y
mecánicas redes de la causalidad aparente, o bien un intenso sentimiento
de esperanza de salvación que permita, en quienes están estancados en
la culpa, salir del remordimiento e iniciar el camino de la reformación.
Lo
anterior muestra que el papel de Arcángel de la Transición es algo más
amplio de lo que podría parecer, y esa amplitud abarca todavía otros
aspectos. Así, toda crisis existencial puede, en tanto concebida como
transición, ser potencial espacio para la ayuda de Azrael, pudiendo este
arcángel colaborar en la liberación del dolor, de la ira acumulada, del
sentimiento de soledad y de confusión, etc.
Según cierta concepción de la tradición
ocultista, Azrael es un ángel de los Registros Akásicos, siendo estos
unos registros etéricos (el éter es un fluido intangible que penetra
todo en el universo) de todo lo que ha sucedido desde el inicio de los
tiempos y por tanto de los karmas buenos y malos de cada individuo.
Otro planteamiento ocultista dice que
Azrael es el Ángel del Espíritu, título éste que denota la capacidad de
Azrael para ubicar nuestros cuerpos sutiles (el etérico, el astral, el
causal, etc.) y el estado en que estos se encuentran, independientemente
de la dimensión en que se encuentren.
Finalmente y debido al vínculo
intrínseco entre la actividad mediúmnica y el mundo de los espíritus
desencarnados, algunos han dicho que Azrael suele ofrecer consejo y
asistencia a los médiums que trabajan de manera seria y correcta, sobre
todo si tienen el firme propósito de ayudar a las almas en pena que
padecen sufrimiento y confusión en el más allá.
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AZRAEL EN DISTINTAS TRADICIONES RELIGIOSAS
Judaísmo
En el misticismo judío comúnmente se lo refiere como “Azriel”, no como “Azrael”, y frecuentemente se lo ve como
una personificación del mal, aunque no como
la
personificación del mal o el mal en sí. Sin embargo el Zohar (libro
sagrado perteneciente a la tradición cabalística) retrata a Azriel como
un ser bondadoso que comanda legiones angelicales y recibe las plegarias
de los creyentes que han alcanzado el paraíso.
El experto Lodge Magan, en su libro Dragon’s Blood #2- Practical Necromancy, nos dice que: ‹‹En
el judaísmo la visión del Ángel de la Muerte es similar. Él quita la
vida con una gota de veneno, mientras está de pie junto a la cabeza de
la persona agonizante, preparado para capturar el alma que deja el
cuerpo a través de la boca. Azrael habita en el Tercer Cielo. Sí el
pecador confesaba su falta, el ángel de la muerte no lo podía tocar,
porque entonces uno es protegido por Dios. En la literatura judía,
Azrael es un espíritu, asumiendo una forma que es influenciada por las
creencias de las personas, sus actos y su fe: para el hombre honesto y
correcto, él aparece en la hora de la muerte como un bello arcángel,
para los pecadores, en una forma horrenda y macabra. En su visión, uno
puede morir de miedo.››
Cristianismo
En el paleocristianismo (cristianismo
primitivo) se confundía a Azrael con Azra, descendiente de los
sacerdotes de la tribu de Aarón y escriba durante el periodo del segundo
Templo de Jerusalén.
Otra creencia planteaba que Azrael era
el profeta Esdras, profeta que vaticinó la venida de Cristo y que subió
al cielo sin haber pasado por la muerte física, razón esta en virtud de
la cual se llegó a especular que él era Azrael.
Por su parte, el hereje Marción habló de
Azrael como el Ángel de La Ley (la ley de Moisés), basándose en parte
en la asociación entre el periodo teológico de La Ley con el sacrificio
—en ese entonces se ofrendaban animales a Dios, pero el último
sacrificio fue Cristo, con quien se inauguró el periodo teológico de La
Gracia, en el cual el hombre era librado de la muerte por el poder
redentor de El Salvador— y por lo tanto con la muerte.
Pese a todo lo dicho, Azrael no
pertenece al cristianismo actual: ni al católico ni al protestante
(evangelista, mormón, adventista, etc.), no al menos a nivel oficial o
canónico. Por ello, si algún cristiano cree en Azrael, esa creencia es
más una realidad de fe personal, extrabíblica y no-oficial.
Islam
El Corán dice que el Ángel de la Muerte
toma el alma de cada persona en el momento de la muerte, sin embargo
aclara que solo Alá (Dios) conoce cuándo morirá cada persona y a dónde
será llevada su alma. Se cree que su poder es tan grande que,
simbólicamente hablando, se necesitaban 70,000 cadenas para contenerlo,
teniendo cada una la longitud de un viaje de miles de años. Según la
tradición, cuando alguien muere Allah lee el nombre del fallecido y
Azrael tiene 40 días para cumplir con su rol de separar el alma del
cuerpo. Pero su llegada puede variar. Cuentan las leyendas que ésta
viene cargada de paz y olores paradisíacos cuando un hombre es justo,
pero que está acompañada de demonios torturadores (que atormentan al
moribundo en el proceso de tránsito) cuando un hombre es malvado. Según
cierta leyenda, Azrael está continuamente escribiendo los nombres de
las personas que nacen y borrando los de las personas que mueren. Para
la teología islámica, Azrael (nombrado como “Azrail, Azaril, Azariel o
Izrail”) será el último ser en morir (muerte previa al Juicio Final).
Algunos relatos de la tradición islámica
refieren encuentros entre el Ángel de la Muerte y los profetas. Un
ejemplo impactante de eso es la historia (símbólica en gran medida) de
Moisés, quien también es venerado en el Islam. Así, dicen que Azrael
había ido a tomar el alma de Moisés pero éste se negaba a morir. “Aquí tienes un siervo que se niega a morir”,
le dijo Azrael a Dios y después, forcejeando con Moisés, éste le dio un
palmazo que le sacó uno de sus millones de ojos: el ojo que
representaba que Moisés estaba en la lista de los que probarían la
muerte…
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LA HISTORIA DE AZRAEL
Esta conocida historia tiene su origen
en la tradición islámica aunque posteriormente fue recibiendo elementos
de otras tradiciones, llegando finalmente a ser una expresión del
sincretismo propio del esoterismo contemporáneo. La historia es como
sigue:
Poco tiempo después de su creación, a
Azrael le fue asignado el estudio de algo que hasta el momento no se
comprendía muy bien en el Cielo: la disposición de las almas humanas
tras la muerte.
En efecto, se conocía que algunas almas
habían llegado al Cielo (temporal en esta teoría de reencarnación) como
consecuencia de méritos adquiridos en la mecánica de la reencarnación y
el olvido (al volver a nacer), pero no se sabía a dónde iban las otras
almas y qué pasaba exactamente con las almas tras la muerte. Fue ante
esa situación que Azrael se ofreció a rastrear las almas de los humanos,
algo que hasta ese momento ningún ángel había hecho bien, siendo él el
primero en conseguirlo.
Sin embargo lo que halló fue indignante:
muchos humanos, particularmente los de peor naturaleza, estaban siendo
torturados en el llamado “reino inferior”. Y es que, en sus inicios, tal
reino era un lugar de oscuridad, aislamiento, soledad, vacío y ausencia
de Dios, pero no era un lugar de torturas, y los demonios lo habían
convertido, sin autorización de Dios, en un espacio de suplicio y
perversa mortificación. Ya no era más el Sheol: era el Infierno.
Cuando Azrael dio las noticias en el
Cielo, la indignación general se encendió, pues, además de infligir
torturas, los demonios a veces ozaban destruir a ciertas almas,
tomándose así una potestad que ni él mismo Dios había ejercido pese a
ser el único con derecho moral para hacerlo. Pero también, según informó
Azrael, los demonios estaban reteniendo almas que no habían cometido
faltas suficientes para ser llevadas al “reino inferior”; y, finalmente,
aquellos crueles ángeles caídos procuraban retener eternamente a las
almas que no destruían, cometiendo con ello la injusticia de pretender
dar un castigo eterno e infinito a quienes tenían una culpa finita.
Como contramedida a tanta injusticia y
compensación a su labor, Azrael ascendió al rango de Arcángel,
comprometiéndose en dicho ascenso con la labor de asegurarse de que
ninguna alma se dirigiera equivocadamente a un lugar que no fuera el
Cielo. Él y su hueste de ángeles seguidores ayudarían a los espíritus de
los muertos a librarse de sus cadenas, rescatarían almas salvables de
los dominios de Satán, e impedirían a los ángeles caídos tomar cualquier
alma que no les perteneciese.
Fue así que el Arcángel de la Muerte y
sus ángeles comenzaron sus misiones de reconocimiento en busca de almas
por salvar en el Infierno. Pero ayudar a los muertos no era suficiente,
por lo que Azrael les dijo a sus ángeles que debían ayudar a los humanos
vivos a prepararse para la muerte, a comprenderla, aceptarla y no
temerla si sus actos eran buenos.
Pasado el tiempo, entre los seres de luz
llegó a pensarse que Azrael y su coro rechazaban hasta cierto punto el
Cielo. Finalmente Azrael expresó su decisión de autoexiliarse junto a su
coro, no porque él y sus ángeles no amaran la compañía celestial, sino
porque su compasión por los humanos era tan grande que preferían servir a
Dios en la oscuridad con tal de evitar que las almas sufriesen un
destino injusto al morir. Se convirtieron entonces en abnegados ángeles,
en seres que iluminaban los lúgubres territorios de la muerte con la
blancura impoluta de su ardiente bondad.
Las siguientes serían sus misiones
principales: 1) buscar y separar fantasmas y demonios de sus lazos
corpóreos y etéricos, 2) cazar y destruir a las almas que no tienen
salvación y pertenecen a los demonios, 3) guiar a su destino a los
humanos que mueren, contribuyendo a que se les de una segunda
oportunidad (en la rueda de reencarnaciones) si es preciso, 4) luchar
contra los demonios que promueven la muerte, 5) rescatar almas salvables
del infierno
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CONTACTANDO CON EL ARCÁNGEL DE LA MUERTE
Arriba vemos una versión moderna,
simbólica y estilizada del sello o sigilo de Azrael. Su presencia no es
necesaria para el desarrollo del ritual que después presentaremos, de
modo que se lo ha puesto únicamente para satisfacer la curiosidad
intelectual.
Muchos ocultistas hablan de la
invocación a Azrael concibiéndolo no como un ser real sino como un ser
simbólico, como una personificación de la muerte dotada de un gran poder
a la hora de canalizar las energías psíquicas y espirituales del mago
en relación al fin de contactar con el poder espiritual inherente a las
fuerzas propias de los dominios de la muerte, concebida como algo que,
si bien en sí mismo no tiene vida, se manifiesta como presencia viva y
dinámica en la experiencia espiritual del hombre. Por eso, antes de
presentar un ritual de invocación a Azrael, Lodge Magan nos aclara que:
‹‹Un trabajo de muerte puede servir para algunos propósitos: uno
puede intentar una invocación a la muerte como un rito de entropía y
destrucción o una maldición lanzada a una victima elegida o uno puede
invocar a las formas del dios de la muerte para el bien del conocimiento
y comprensión del morir. En el segundo caso, uno invoca a símbolos y
conceptos asociados con la muerte con el fin de facilitar el proceso de
morir y para transformar el miedo y ansiedad, que es usualmente
relacionado con ésta, en la fuerza de vida creativa.››
Veamos ahora el ritual que Lodge Magan nos propone:
-Procure que sea de noche.
-Tome un baño (preferiblemente en agua fría) antes del ritual.
-Consiga una pequeña (no tanto) campana.
-Póngase una túnica negra.
-Comience por preparar una vela negra y una vela roja.
-Si puede, queme incienso, el de mirra es una buena opción.
-Abra el ritual encendiendo la vela negra y haciendo sonar una campana.
-Recite lo siguiente:
Lepaca Kliffoth!
¡Azrael! ¡Azrail! ¡Ashriel! ¡Azaril! ¡Azriel! ¡Izrail!
Escúchame ¡mensajero divino!
¡Sombras y fantasmas! ¡Levántense de las fosas del cementerio y vengan a mi llamado!
¡Tú, quien separas el alma del cuerpo y trae el sabor del veneno mortal!
¡Ven del abismo de Oscuridad!
¡Ángel de la Muerte!
¡Espíritu de muchos rostros y miles de alas!
¡Guía de las almas muertas!
¡Tú, quien llevas a los mortales al Otro Lado!
¡Quien se aproxima con los espectros y criaturas de la noche!
¡Escucha mi llamado!
Enciende en mí la llama negra de la muerte, ¡la esencia del Dragón Negro!
¡Llévame al borde de la muerte y la vida, para que pueda probarla y sumergirme en su éxtasis!
¡Muéstrame la Muerte para que pueda conocer la Vida!
¡Arranca el velo negro de la ignorancia la cual cubre mis ojos!
-Concéntrese y visualice que entra al lugar un ángel vestido de negro, con veinte alas y una espada.
-Imagine con gran viveza que el ángel
corta cada parte de su cuerpo con la espada, procurando sentir que le
libera de las ataduras corporales y mundanas con cada parte que le
corta.
-Prosiga en la visión anterior por el
tiempo que sea necesario hasta que sienta un gran vacío interno y un
sentimiento de aislamiento y soledad.
-Recite lo siguiente:
El fuego oscuro del Dragón Negro esta ardiendo ahora dentro de mi!
Yo soy la sombra el fantasma, listo para dejar la existencia terrenal!
Espíritus de la Oscuridad, ¡conviértanse en mis compañeros en mi viaje al reino de los muertos!
¡Ángel de la Muerte! – ¡llévame al Otro Lado!
-Acuéstese boca arriba con los brazos cruzados sobre el pecho, en la posición que tendría si estuviese en un ataúd.
-Sienta que su cuerpo astral se vuelve cada vez más ligero y Azrael lo eleva, llevándolo al otro mundo.
-Viaje a su pasado más remoto, de ésta vida y, si puede, de vidas anteriores.
-Recuerde todo lo que le ha ocasionado sus mayores miedos, deseos, debilidades y fortalezas.
-Procure sentir y percibir como todo
aquello que alguna vez trajo cosas negativas y debilitantes, se
constituye ahora en fuente de fuerza y determinación.
-Una y solo una vez que haya logrado lo anterior, vuelva a su estado de conciencia normal y levántese.
-Quítese la ropa como símbolo de que ha removido su pasado.
-Apague la vela negra y encienda la vela
roja, símbolo de esa vida nueva y de esa fuerza que está naciendo y
levantándose en usted, ardiendo con la “llama dadora de vida” y
otorgándole ese sentido de totalidad y poder interior.
-Recite las siguientes palabras finales:
Despierto del sueño mortal y comienzo una nueva vida,
¡Con el fuego del Gran Dragón Rojo!
¡Qué así sea!
¡Ho Drakon Ho Megas!
-Medite por un rato en el sentimiento de poder que fue despertado en su interior, después finalice el ritual.