Qué son los súcubos
Los
súcubos son demonios que se presentan con un atractivo aspecto femenino
para seducir a los hombres y, a través de la interacción sexual
(principalmente mediante el coito) con éstos, absorber su energía vital y
ejercer un influjo moral y espiritualmente nocivo.
Etimológicamente súcubo proviene de una alteración de succuba, término latino que significa “prostituta”. Así mismo, la palabra súcubo deriva del prefijo sub (“debajo de”) y del verbo cubo (que se traduciría como “yo quedo”), comportando así la idea de alguien que queda por debajo de otra persona.
.
El aspecto de un súcubo
La mayoría de testimonios sobre la
apariencia de los súcubos provienen de la Edad Media, época en la que
estos demonios tuvieron su apogeo en el imaginario social y en el ámbito
teológico. De aquellos testimonios se colige que en gran medida la
apariencia del súcubo varía dependiendo del gusto sexual de la supuesta
víctima masculina, hecho aquel que sugiere la posibilidad del fenómeno
como algo posiblemente originado total o parcialmente a partir de la
psique del individuo.
Pese a lo anterior, los especialistas
medievales concuerdan entre sí cuando dicen que los súcubos suelen
aparecer como mujeres de irresistible, voluptuosa y sobrenatural
belleza; aunque, junto a esos agradables rasgos, siempre aparecen
detalles que delatan su filiación demoníaca: colmillos muy filudos,
orejas puntudas, pies embarrados, etc.
Según las representaciones más
generalizadas, las súcubos tienen características como alas de
murciélago en la espalda, cuernos, garras, ojos de serpiente, cola
terminada en triángulo o hasta una vagina dentada (esto último es más un
rasgo simbólico)…
Por último y aunque no se puede hablar
de una imagen específica, un dato curioso es que en la Edad Media solían
emplear imágenes de súcubos en muchos prostíbulos y burdeles.
.
Los súcubos y la Demonología
El
famoso teólogo San Agustín de Hípona había postulado que el pasaje de
Génesis 6:4 refería el hecho de que los ángeles caídos tuvieron hijos
con mujeres mortales. Del mismo pasaje el papa Benedicto XIV (1740-1758)
declaró: “Este pasaje hace referencia a los demonios conocidos como íncubos y súcubos”.
Así mismo y dado que entre San Agustín y él (Benedicto XIV) muchos
teólogos se habían pronunciado sobre el tema, el papá resumió —teniendo
la humildad de no usar su autoridad doctrinal para zanjar el
asunto—sencillamente el panorama con estas palabras: “Algunos
autores niegan que no puede haber descendencia…otros, sin embargo,
afirman que el coito es posible, por lo que puede haber lugar para la
procreación”.
Fue sin embargo mucho antes de Benedicto
XIV cuando, a partir del siglo XIII, el asunto de los íncubos y súcubos
empezó a tener una gran relevancia en gran parte gracias al poder
dominante y represivo de la Santa Inquisición, institución ésta que jugó
un rol clave en el fuerte reforzamiento que en el Medioevo se dio entre
el mal, el sexo y los demonios.
Es en este marco de fanatismo y superstición donde surge el siniestro Malleus Maleficarum
(publicado en 1489) de las plumas de Kramer y Sprenger. En él, entre
tantas otras cosas dichas sobre los demonios, se afirma que los súcubos y
los íncubos no tienen sexo fijo, siendo que un mismo demonio actúa como
súcubo ante un hombre y como íncubo ante una mujer, tomando el semen
del primero (puesto que él no puede producir semen) para embarazar a la
mujer que victimice cuando asuma su estado de íncubo. Ahora, y esto no
es del todo aclarado por Kramer y Sprenger, de esas terribles uniones
nacerían seres deformes, monstruosos, débiles, enfermizos, propensos al
mal o, en ciertos casos, dotados con poderes especiales como Merlín,
mago legendario que supuestamente habría nacido de la unión de una mujer
con un íncubo. Tal propuesta teológica no fue para nada inocua en el
plano social, ya que contribuyó a reforzar la tendencia popular a creer
que las criaturas que nacían con deformidades o discapacidades severas
eran obra del Diablo en el sentido de que algún demonio (íncubo/súcubo)
había participado en su creación.
Más tarde, en 1595, el magistrado y cazador de brujas Nicalás Remy publica su Daemonolatriae libris tres
(1595), donde afirma que los demonios (y por tanto los súcubos) son
incapaces de amar, mas pueden tener sexo y hasta viven en estado de
lujuria permanente, siendo para ellos el sexo un instrumento de
humillación y sometimiento completamente desligado del amor y la
ternura. Contrario a cierto aspecto de estas propuestas fue el eminente
teólogo Tomás de Aquino (s. XIII), quien creía que los demonios eran
incapaces de sentir deseo sexual y por tanto lujuria mas, pese a eso, no
negaban su sexualidad y la empleaban como un medio para infringir dolor
y sufrimiento. En todo caso es patente que tanto Tomás como Remy
planteaban que los demonios empleaban el sexo para hacer daño e incluso,
según se ve en un supuesto caso real referido por Remy, el trato carnal
con los demonios no era nada placentero, tal y como le sucedió a un
hombre con la súcubo Abrahel: ‹‹Todos los que hablaban de haber
tenido trato carnal con un demonio, afirmaron que no podían imaginarse
nada más repulsivo. En Dalheim, Petronio de Armantiere afirmó que tan
pronto como abrazaba a Abrahel, los miembros se le volvían rígidos.››
Ciertas versiones no tan aceptadas
afirmaron que, en medio del furor sexual, el súcubo realizaba pequeñas y
leves incisiones rasguñando el pecho de los hombres, gracias a lo cual
podía alimentarse de la sangre que brotaba.
Una idea bastante aguda —aunque aparentemente incompatible con la imagen que el Libro de Tobías
da del demonio Asmodeo como sexualmente aficionado por Sara— era la de
Henry Boguet (1550-1619), quien propuso que los demonios no
experimentaban deseo sexual porque eran inmortales y no necesitaban
descendencia para perpetuar su especie, de modo que no necesitaban tener
órganos sexuales y, en realidad, lo que ocurría era que éstos, en su
voluntad de inducir al pecado, le hacían imaginar y sentir a un hombre
que estaba teniendo sexo con una súcubo, o a una mujer le hacían
imaginar y sentir que estaba teniendo sexo con un íncubo.
Por su parte, Pierre de Rostegny
(1553-1631) postuló que los demonios, sean súcubos o íncubos, preferían
tener sexo con hombres casados o mujeres casadas, ya que de ese modo
añadían al pecado de la lujuria el pecado del adulterio. Además, Pierre
sostuvo algo que también muchos otros sostuvieron: a saber, que los
demonios gozaban con manifestaciones sexuales prohibidas o mal vistas
por la Iglesia incluso dentro del matrimonio, manifestaciones como, en
el caso de los íncubos, el sexo anal (considerado “antinatural” en ese
entonces).
Ya en el siglo XVII, el exorcista y
demonólogo católico Ludovico María Sinistrari planteó lo siguiente: en
su opinión y tal como afirmaron los autores del Malleus Maleficarum, los
demonios no tienen sexo definido. A eso, Sinistrari agrega el que,
antes de transformarse en súcubo o íncubo, un demonio requiere de
ciertos materiales físicos para asumir una materialización sexuada en
forma de súcubo o íncubo. En cuanto a la forma en que un demonio
consigue dichos materiales, otros autores han complementado la teoría de
Sinistrari diciendo que, para volverse un súcubo (o un íncubo), un
demonio se valía de cadáveres que animaba y metamorfoseaba o de carne
humana con la cual formaba un cuerpo que luego animaba metiéndose en él.
En cuanto a su comportamiento, algo que
siempre se ha creído (aún hoy en día) de los súcubos es que éstos atacan
principalmente de noche, después de que la víctima se ha dormido. No
obstante también ha habido informes que muestran ataques en las siestas
de la tarde u otras, evidenciando así que el mero hecho de estar dormido
vuelve al hombre más susceptible a sufrir el ataque de un súcubo.
Otra cosa que desde el Medioevo se ha
acentuado mucho es que los súcubos (y lógicamente también los íncubos en
relación a las mujeres) por lo común prefieren atacar, o bien a gente
espiritual y contemplativa como artistas, místicos, sacerdotes y
religiosos en general, o bien a gente bien carnal o que participa de
prácticas paganas o satánicas.
Algo no muy sabido es que muchos
teólogos medievales plantearon que el número de súcubos era mucho menor
al de íncubos, estando en una proporción de 1/9. Poco conocido es
igualmente el planteamiento de que los súcubos (y los íncubos) se
alimentan no solo de la energía de su víctima sino también de su miedo.
Por último, ciertos demonólogos han
afirmado que los súcubos pueden aparecerse como personas conocidas,
poder éste que utilizarían para causar mucho mayor daño moral que el que
podrían hacer si simplemente viniesen en la forma de la voluptuosa dama
diabólica que corta el sueño del caballero para fornicar con él. Así,
en teoría este poder del súcubo explicaría casos extraños en que un
hombre está tranquilo y, contrariamente a la conducta que por años ha
mostrado, aparece su cuñada para seducirlo o, peor aún, su prima o su
hermana…Evidentemente y sobre todo si tenemos en cuenta que esta
creencia demonológica tuvo bastante aceptación popular en el contexto
del fanatismo y la superstición medieval, saltará a nuestro sentido
común el que, en una época en que la Iglesia inspiraba miedo y tenía el
poder de torturar y matar, muchas parejas inmorales (cuñado-cuñada,
nuero-suegra, hermano-hermana, etc…) debieron valerse del “fue el
súcubo” para salvarse de la mano severa del poder religioso. Aunque de
no mucha utilidad, para distinguir a una seductora humana de una
seductora súcubo, los especialistas dieron la clave de que el súcubo
siempre hacía dormir a todos alrededor, de modo que nadie se daba cuenta
y, además, ese sueño era tan profundo que no despertaban mientras tenía
lugar el acto impuro; pero… ¿y si hacían silencio y la tentadora humana
aparecía en medio de la madrugada?…
.
Cómo invocar a un súcubo
En el libro Secrets of Western Sex Magic, Frater U. D. nos dice lo siguiente sobre la invocación de súcubos e íncubos:
‹‹La manera más fácil de
invocar a los íncubos o súcubos es la magia sigílica; por ejemplo, con
la sentencia de deseo, “Es mi deseo encontrar a un súcubo en mis sueños
esta semana”. Si todavía experimentas dificultades para recordar los
sueños, incluye una sugestión relevante en la sentencia.
También puedes trabajar ritualmente
hacia el coito deseado, por ejemplo, cargando un talismán o fetiche y
llevándolo sobre tu cuerpo. Los “sacrificios” en la forma de secreción
sexual son los preferidos. Las muñecas cargadas o los fetiches
suministran la base material de la aparición, pero estos sólo deberían
ser usados si uno quiere atar la energía del íncubo o súcubo
materialmente por ciertas razones.
Por supuesto, la cópula con demonios
sexuales no está limitada al estado de sueño. Puedes invocarlo en un
ritual cuando estés en un trance sexual (esto es algunas veces incluso
más intenso que una experiencia de sueño).››
Con respecto a lo citado algunos podrían
preguntarse qué es eso de los fetiches cargados, duda que se
respondería de manera sencilla si entendemos que ese fetiche cargado es
un objeto sobre el cual, a través de procesos rituales, prácticas de
visualización y masturbación, se ha vertido nuestra energía de deseo en
relación al propósito mágico que deseamos conseguir. Así, ese fetiche
podría ser una estatuilla que represente a una súcubo, estatuilla con la
cual habremos hecho rituales y tenido fantasías, siempre teniéndola en
una mano (si es una, es preferible que sea la derecha, pues en Reiki
esta es la mano que transmite energía, mientras que la izquierda
recepta) o en ambas.
Además
de las técnicas sugeridas por Frater U. D., también existen complejos
rituales en la escuela tántrica Kaula. No obstante, un procedimiento con
altas probabilidades de éxito es el del sueño lúcido, tipo de sueño
que, según señalan los ocultistas, es “la antesala del viaje astral”.
Ocurre así que, aprendiendo a estar conscientes de que soñamos, a
programar determinados sueños deseados y a moldear lo que estamos
soñando mientras soñamos de forma lúcida, podemos ir aproximándonos al
desarrollo de sueños lúcidos en los que tengamos contacto con los
súcubos, sueños lúcidos que tarde o temprano nos llevarán a un verdadero
contacto con los súcubos en el mundo astral, puesto que los súcubos
habitan en los niveles más bajos del astral y el acceso a esos niveles
es mucho más fácil que el acceso a niveles elevados en el que habitan
entidades de luz.
Otra técnica bastante poderosa es la de
la acumulación de energía sexual, ya que esto, según muchas escuelas de
pensamiento esotérico, abre la puerta a la transmutación o
transformación de esa energía en energía psíquica. Normalmente esa
transformación sería complicada, pero, si el fin que perseguimos es un
fin sexual como el contacto con súcubos, entonces el asunto se vuelve
realmente sencillo ya que fácilmente esa energía represada se puede
transformar en deseo, no ya entendido como mero deseo del cuerpo sino
más que nada como deseo a nivel emocional y mental. Para acumular dicha
energía los especialistas en magia sexual recomiendan estimularse con
pornografía, masturbación sin eyaculación y, sobre todo, visualizaciones
en que se cumple aquello que deseamos. Así, se recomienda primeramente
imaginar a una sombra, sombra que luego habremos de ir moldeando
mentalmente según el aspecto que deseemos que tenga nuestro súcubo
(recordemos que, según la mayoría de teorías, los súcubos pueden cambiar
su aspecto en vistas a encender nuestra concupiscencia). Finalmente,
cuando tengamos una visualización clara imaginaremos que cobra vida y
que empieza a interactuar sexualmente con nosotros; pero, y es de suma
importancia, llegados a este punto no solo debemos visualizar en
términos de imágenes sino de sensaciones, procurando oír los sonidos en
nuestra mente y sentir al súcubo en nuestra piel. Todo esto podría
parecer una futilidad pero no lo es, evidencia de lo cual es que una
escuela de control mental tan seria como el Método Silva recomienda
siempre visualizar también en términos de sensaciones táctiles y
auditivas para así aumentar el poder psíquico de la visión en tanto
elemento que, mediante ciertos mecanismos operados primordialmente a
nivel de planos sutiles, es capaz de producir los hechos
correspondientes y deseados en el mundo concreto.
.
Explicaciones sobre los súcubos
Dos explicaciones en el ámbito de las realidades post-mortem
En
el marco de aquellas concepciones de la reencarnación dentro de las
cuales está excluida la posibilidad de reencarnarse en un animal, existe
cierta teoría según la cual los súcubos (y los íncubos) no son demonios
sino lujuriosas almas desencarnadas que, no habiendo todavía entrado al
proceso de volver a nacer en otro cuerpo, vagan por el mundo en los
bajos planos del mundo astral, planos donde yacen los deseos más
terrenales como, por ejemplo, la voluptuosidad desenfrenada que las
habita y les causa gran angustia y ansiedad ya que tienen deseo sexual
(la sexualidad va más allá de lo físico) pero no tienen un cuerpo para
satisfacer plenamente ese deseo. Este pues sería el supuesto origen de
súcubos e íncubos, ya que estos espíritus desencarnados se verían
atraídos por personas que emitan vibraciones astrales propias de deseos
sexuales intensos y frecuentes. Así, en las horas de sueño estos
“súcubos” e “íncubos” irían donde ciertos hombres y mujeres y
concretarían el contacto en el plano etérico, dejando a la persona
impregnada con fluidos energéticos de deseo carnal, fluidos que la
incitarían a desarrollar perversiones y que siempre aumentarían la
lujuria, tendiendo así a sumir a la persona en un círculo vicioso en el
que la parte astral de su energía libidinal atraería súcubos o íncubos,
quienes luego incrementarían esa energía libidinal y con ello la persona
tendería a atraer más súcubos o íncubos, y así indefinidamente si no
sucede algo que, venido del exterior o del interior de la persona,
detenga el proceso.
Ya en lo que es el catolicismo actual,
vemos que la superstición y la actitud de ver en todo a los demonios se
ha disipado enormemente, dando lugar a una actitud más racional en la
cual, dentro del margen de libertad intelectual que la Iglesia da a sus
clérigos, hay opiniones sobre los súcubos e íncubos como la del Dr.
Ramón Murray, quien escribió lo siguiente: ‹‹Como teólogo yo creo
que los muertos antes de tiempo por accidentes, suicidio, ahorcamiento,
que no completaron su edad cronológica en la tierra, que han sido
hombres y mujeres rebeldes a Dios y a las autoridades delegadas por Dios
como son padre y madre Satanás los usa para hacer fechorías lujuriosas
en la tierra a través de demonios que toman apariencia de esas personas
muertas, que no son ellas sino demonios, hasta que esos muertos cumplen
su edad cronológica determinada por Dios en la tierra y luego ya no
aparecerán mas demonios en su figura corporal.››
.
Lo que dicen los escépticos
Lo que dicen los escépticos
En
la mentalidad científica los encuentros con súcubos e íncubos en
realidad serían episodios de alucinaciones hipnagógicas (visuales,
auditivas, táctiles y hasta en algunos casos olfativo gustativas…)
surgidas sobre todo durante las parálisis de sueño y en menor medida
durante intensos episodios oníricos. En cuanto a la causa, dichos
episodios alucinatorios estarían principalmente motivados por el deseo
sexual, el cual en muchos casos sería un deseo sexual reprimido (como
sucede en religiosos y religiosas por sus votos de castidad) o bien un
deseo sexual frustrado (pongamos el caso de un hombre que es muy
ineficaz para seducir mujeres) que encuentra su plataforma de
satisfacción imaginaria en los supuestos encuentros con el súcubo o el
íncubo; pero esos son solo los casos principales, ya que también podría
darse, por ejemplo, el caso de individuos adictos al sexo que creen
mucho en demonios y esas cuestiones.
Lo anterior permitiría entender
racionalmente el fenómeno en una perspectiva que deja de lado su
dimensión histórica. Ahora, y si lo que queremos es comprender su origen
en tanto fenómeno socio-cultural que fue evolucionando a lo largo de la
historia, lo que los escépticos dicen es que los encuentros con súcubos
e íncubos surgieron básicamente como explicación a los sueños eróticos
y, en el caso particular de los súcubos, a los sueños eróticos
manifestados como sueños húmedos. Tal explicación habría surgido como
expresión de una época en que, debido al escaso desarrollo del
conocimiento científico y a la dominancia del pensamiento mágico emanado
de las supersticiones y el fanatismo religioso, el hombre tendía a
explicar en términos sobrenaturales todo aquello que desconocía y,
puesto que en el Medioevo la sexualidad estaba muy asociada al pecado y
al Diablo, no resultaba tan descabellado afirmar que el “virtuoso”
caballero se había levantado con ciertas secreciones debido a la
influencia perversa de alguna súcubo…
Por último y para que se vea lo útil que
resulta la explicación científica (la de las alucinaciones
hipnagógicas), recuérdese nada más que, en la Edad Media, la mayoría de
casos conocidos de súcubos e íncubos tuvo como presas a sacerdotes,
monjes y monjas, hecho que nos lleva a preguntarnos lo siguiente: ¿los
atacaron las lujuriosas huestes del Diablo porque eran “puros” y “puras”
y querían alejarlos de Dios, o vivían sexualmente tan reprimidos y
reprimidas que, para no experimentar la culpa que implicaría violar
voluntariamente el voto de castidad, sus mentes les crearon diablesas y
diablos que sin preguntar irrumpían y daban rienda suelta a los actos
carnales?
.
Los súcubos y la asociación entre el mal, el sexo y el Diablo
El
planteamiento básico, desarrollado por estudiosos de pensamiento
progresista, afirma que, en términos generales, vemos que en la cultura
occidental (sobre todo en países subdesarrollados) existe una tendencia,
por parte de los individuos, a ver la sexualidad como algo sucio y a
experimentarla muchas veces como algo que produce culpabilidad,
vergüenza y angustia, sobre todo cuando se da fuera de las expresiones
socialmente bien vistas. Según la teoría que aquí se expone, aquello se
debería a que la herencia judeocristiana ha hecho que los individuos
tengan introyectada (interiorizada, arraigada en sus esquemas
psicológicos y mentales) la asociación sexo-mal-Demonio, relación que a
lo largo de los siglos de vigencia del cristianismo ha ido acompañada de
una misoginia que ha visto en la mujer un ser más proclive al mal que
el hombre, expresión de lo cual es el hecho de que el primer demonio
sexual haya sido una súcubo: Lilit.
Ella solo se menciona en un pasaje de la Biblia pero fue la primera
compañera de Adán según interpretaciones rabínicas del Génesis,
interpretaciones a partir de las cuales surgió una historia aceptada
dentro del judaísmo en la cual Adam, cuando por primera vez quiso tener
relaciones sexuales con Lilit, le pidió que se acostara debajo de él: ‹‹Adam
y Lilit comenzaron a argumentar. Ella dijo “yo no me acostaré debajo”, y
él dijo: “Yo no me acostaré al lado tuyo, solo encima de ti. Pues eres
hecha solo para estar debajo, mientras que yo fui hecho para estar
encima”›› (Alfabeto de Ben Sirá). No obstante a Lilit le
pareció una posición humillante pues se consideraba igual a Adam y no se
creía en el deber de obedecerle, siendo así que finalmente terminó
abandonando el Edén después de que Adán intentase obligarla.
Posteriormente se dice que Lilit fornicó con el demonio Asmodeo y que de
esa unión surgieron los primeros íncubos y también nuevos súcubos;
finalmente, en la antigua tradición mística del judaísmo se creía que
Lilit empleaba el semen de los sueños húmedos para crear nuevos
demonios…
Todo esto de Lilit deja entrever el
machismo de la tradición judía, tradición que en sus inicios con Moisés
forjó aquella visión moral de la sexualidad que luego adoptó el
cristianismo y que, a lo largo de los siglos de la historia occidental,
fue arraigándose en la cultura al punto de que hoy en día está en gran
parte naturalizada en tanto que muchos de sus aspectos son vistos por la
gente como imperativos morales que no tienen raíz religiosa cuando en
realidad sí la tienen.
Dicho todo lo anterior surge naturalmente la siguiente pregunta: ¿cómo y por qué sucedió todo? Veamos.
Todo
comenzó en el periodo histórico en que el pueblo hebreo estaba forjando
su identidad religiosa y moral: los tiempos de Moisés. Fue pues en ese
entonces cuando, con mano de hierro, Moisés implantó el monoteísmo, los
diez mandamientos y supuestamente (algunos investigadores dicen que no
la escribió Moisés y que se hizo siglos después) toda la famosa Ley
Mosaica, la cual contiene 613 preceptos. Sea como fuere el punto es que,
con el castigo de la muerte para faltas (infidelidad sexual, blasfemia,
desobediencia de los hijos a los padres, etc) que hoy no recibirían ni
una pedrada en la cabeza y con otros castigos severos (destierro, por
ejemplo), Moisés y una pequeña élite que le seguía configuraron un culto
religioso en que las manifestaciones de la sexualidad no reproductiva
eran vistas como “inmundas” y “abominables”; y, si bien en ese entonces
el Diablo aún no era un elemento del discurso religioso, posteriormente
el judaísmo habría de hacer que esa asociación entre la sexualidad no
reproductiva y el mal se transforme en una asociación entre la
sexualidad no reproductiva y la personificación del mal: Satán. En
cuanto a las razones de por qué Moisés instauró aquella visión, fueron
básicamente las siguientes: 1) Ya que la sexualidad solo era permitida
entre el esposo y la esposa, se solidificaba a la familia como célula
social y se lograba así una sociedad más controlable y más propensa a un
crecimiento organizado debido a que los hijos solo nacían en el
matrimonio. 2) Se lograba fortalecer la identidad del pueblo judío al
diferenciarlo de los paganos, quienes veían la sexualidad como un regalo
de los dioses y hasta tenían orgías masivas y prostitución sagrada, por
esto, la lucha contra la idolatría pasó a ser en parte la lucha contra
la libre sexualidad 3) En una sociedad patriarcal (la mujer no tenía
poder, el padre era el gran jefe de familia, los hombres gobernaban y
las esposas debían ser dóciles con sus esposos), militarizada y abocada a
consolidar su poder frente a otros pueblos, el deseo individual de la
sexualidad no reproductiva era contraproducente pues lo que importaba
era el todo social y a causa de eso, reprimiendo en lo posible ese
deseo, se aumentaba el carácter del sujeto como engranaje social y se
disminuía así su individualidad.
Comprendido esto tenemos que, luego de
Moisés, toda esta represión de la sexualidad no reproductiva se fue
fortaleciendo al punto de que “derramar el semen fuera de la vagina”
fue, en el contexto doctrinal de las escrituras, considerado como algo
reprensible ante los ojos de Dios. Luego, ya en lo que fue el
cristianismo, vemos que Cristo promovió una actitud algo tolerante y
bastante compasiva (recuérdese cuando salvó a la mujer adultera de ser
apedreada) y que, en su doctrina, tenía mucha más importancia el amor al
prójimo y la bondad que el ser unos santurrones sexualmente hablando,
cosa que se ve cuando les dijo a los fariseos que los publicanos y las
prostitutas estaban mucho más adelantados que ellos en “El Reino de los
Cielos”.
Entonces y finalmente: ¿por qué el
cristianismo adoptó una actitud más parecida a la de los judíos que a la
de Cristo en el sentido de manifestar machismo, sacralización de la
obediencia y satanización del sexo? Según los autores progresistas y lo
que dirían filósofos como Nietzche o Focault: deseo de poder. Eso al
menos a un nivel general, ya que lo que históricamente ocurrió fue que
las otras voces (los apóstoles) del Nuevo Testamento pertenecían a
individuos que anteriormente eran judíos y que por ende, a pesar de
creer en Cristo, tenían una gran dificultad para dejar de lado la
mentalidad machista, patriarcal y satanizadora del sexo que se pregonaba
en la religión en que se criaron. Así se dio que, una vez que la
Iglesia empezó a surgir como institución, se recurrió a doctrinas como
lo de la sagrada inspiración de las Escrituras para dar a las palabras
de los apóstoles una importancia casi tan grande como la que tenían las
palabras (heterodoxas en su tiempo) de Jesús. ¿Por qué? Sencillamente
porque el discurso judío, por las mismas razones que a Moisés le sirvió
su doctrina rigurosa, les servía a los primeros hombres (y a tantos
otros que luego llegaron) de la Iglesia para consolidar el poder
institucional de la Iglesia e incluso para tener cierto poder político y
social pues, evidentemente, un discurso como el que manejaban le servía
a cualquier Estado para mantener a su sociedad domesticada. Fue pues en
ese proceder que se llegó a la cúspide de toda esa oscuridad doctrinal
durante la Edad Media: allí se fortaleció más que nunca la idea de la
sexualidad como algo ligado a Satanás, allí se solidificó la imagen de
la mujer como más pecaminosa que el hombre y, entre otras cosas, se
habló de demonios que asumían (o tenían) aspecto de mujer y tentaban a
los hombres mientras dormían, demonios que se llamaban súcubos y, pese a
la etimología de su nombre, al igual que su madre primigenia Lilit,
tampoco gustaban de yacer debajo de los hombres.
¿QUEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE?
ResponderEliminar¡ LAS MUJERES ESTAN EN TOODOOOOO!:D
ResponderEliminar