sábado, 29 de marzo de 2014



En 1983, un equipo de científicos profundamente piadosos conducieron un experimento radical en una facilidad no revelada.
Los científicos habían teorizado que un humano sin acceso a ningún sentido o forma de percibir estímulos sería capaz de percibir la presencia de Dios. Ellos creían que los cinco sentidos nos nublaban nuestra consciencia de la eternidad, y sin ellos, un humano podría establecer contacto con Dios a través del pensamiento.
Un hombre anciano que clamaba “no tener nada más por lo cual vivir” fue el único sujeto de prueba que se ofreció como voluntario. Para quitarle todos sus sentidos, los científicos realizaron una compleja operación en la cual cada conexión de los nervios sensoriales al cerebro fue cortada quirúrgicamente.
A pesar de que el sujeto a prueba conservó la función muscular completamente, no podía oír, ver, oler, saborear o sentir. Sin ninguna manera con la cual comunicarse, o incluso sentir el mundo exterior, el estaba sólo con sus pensamientos.
Los científicos lo monitorearon mientras el hablaba sobre su estado mental en desordenadas y arrastradas frases que apenas podían oírse ya que el no podía oírse a sí mismo tampoco. Luego de cuatro días, el hombre afirmó estar escuchando voces silenciosas e incomprensibles en su cabeza. Suponiendo que se trataba de un inicio de psicosis, los científicos le prestaron poca atención a las inquietudes del hombre.
Dos días después, el hombre gritó que podía oír a su esposa muerta hablando con él, he incluso, el podía comunicarse con ella. Los científicos estaban intrigados, pero no convencidos, haste que el sujeto comenzó a nombrar parientes fallecidos de los científicos y repitió información personal a los científicos que sólo sus cónyuges y padres fallecidos sabían. En este punto, una gran parte de los científicos abandonó el estudio.
Luego de una semana de conversaciones con los muertos a través de sus pensamientos, el sujeto comenzó a angustiarse, diciendo que las voces eran abrumadoras. Cada vez que despertaba, su consciencia era bombardeada por cientos de voces que se negaban a dejarlo solo. Frecuentemente se lanzó contra la pared intentando obtener una respuesta de dolor, le suplicó a los científicos por sedantes para poder escapar de las voces durmiendo. Esta táctica funcionó por tres días, hasta que comenzó a tener severas noches de terror. El sujeto dijo repetidamente que podía ver y escuchar a los muertos en sus sueños. Sólo un día después el sujeto empezó a gritar y a agarrar sus ojos no funcionales, esperando percibir algo en el mundo físico. Ahora el sujeto histérico afirmaba que las voces eran ensordecedoras y hostiles, hablaban del infierno y del fin del mundo. En un punto, el gritó “No hay paraíso, no hay perdón” for cinco horas seguidas. Continuamente pidió ser asesinado, pero los científicos estaban convencidos de que él estaba cerca de establecer contacto con Dios.
Luego de un día más, el sujeto ya no podía formar frases coherentes.
Aparentemente loco, comenzó a morder y masticar pedazos de su propio brazo, los científicos corrieron a la cámara de pruebas y lo contuvieron en una mesa para que no pudiera matarse a a sí mismo. Luego de un par de horas amarrado, el sujeto detuvo su lucha y sus gritos, se quedó observando con la mirada vacía al techo mientras lágrimas silenciosas corrían por su rostro. Por dos semanas, tuvo que ser rehidratado manualmente debido al llanto constante. Eventualmente, él volteó su cabeza y, pese a su ceguera, hizo centrado contacto visual con un científico por primera vez en el estudio y susurró: “He hablado con Dios, y el nos ha abandonado”. Sus signos vitales se detuvieron, no hubo causa de muerte aparente.


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